(segunda de dos partes)
Así, tanto si se trata de pintura como de escultura, de poesía o de música, el arte no tiene más objeto que el de apartar los símbolos útiles desde el punto de vista práctico, las generalidades aceptadas convencionalmente, socialmente; todo lo que, en suma, nos oculta la realidad, para ponernos frente a la realidad misma. El arte no es más que una visión más directa de la realidad. Mas esa pureza de percepción implica una ruptura con la convención útil, un desinterés innato y especialmente localizado del sentido o de la conciencia, cierta inmaterialidad de vida, en suma, que es lo que siempre se ha llamado idealismo. De modo que podría decirse, sin que ello sea un juego de palabras, que el realismo está en la obra, mientras que el idealismo está en el alma, y que solamente a fuerza de idealidad se vuelve a tomar contacto con la realidad.
El arte busca descubrirnos una parte oculta de nosotros mismos, lo que podríamos llamar el elemento trágico de nuestra personalidad. El arte se propone siempre lo individual. Por eso, en la obra del artista, lo que interesa es la visión de ciertos estados de ánimo muy profundos, o de ciertos conflictos completamente interiores. Exteriormente sólo percibimos ciertos signos de la pasión. Sólo los interpretamos ---defectuosamente, además--- por analogía con lo que hemos experimentado nosotros mismos. Por lo tanto, lo esencial es lo que experimentamos, y sólo podemos conocer a fondo nuestro propio corazón, si es que llegamos a conocerlo.
Y es que la vida no se recompone. Sencillamente, se deja contemplar. La imaginación artística sólo puede ser una visión más completa de la realidad. Si la obras que crea el artista nos causan una impresión de vida, es porque son el artista mismo, el artista multiplicado, el artista profundizado en él mismo, en un esfuerzo de observación interior, tan potente, que captura lo virtual en lo real, para hacer una obra completa con aquello que la naturaleza dejó en él en estado de simple proyecto. Y es que acaso, el elemento más importante de la existencia de los seres humanos sea rescatar el sentido de la historia (personal o social, vida íntima o colectiva), enfrentar la creación a la muerte, la ruina, el parloteo, la violencia, la ignorancia y la soberbia: ¿no es una de las misiones del artista?.
El artista es un ser distinto, vulnerable, asombrado, trémulo, herido de nacimiento y por vida, difícilmente incorporable a la realidad diaria. Claro que existe el que de esa realidad extrae sus mejores elementos. Pero el notarla tanto como para poder manejarla y convertirla en obra de arte, es la mejor demostración de que no ha podido incorporarse a ella, de que no ha sido devorado por ella. La describe con tal verdad que es como si le arrancara un trozo. Lo que tiene de distinto es lo que sólo el gran artista logra: que esa realidad la conocemos de siempre y, no obstante, la notamos por primera vez.
El arte, la vida y la muerte son el hombre mismo y su relación con los demás. El artista es aquel que nace con todos los signos del hombre y uno más que lo distingue y obliga. Algunos darán preponderancia extrema a ese solo signo, mutilarán los restantes, dolorosamente, y eligirán la soledad para entregarse a él por entero; otros le encontrarán sitio y expresión en el centro de su vida; otros más no podrán salvarlo y lo verán ahogarse en las circunstancias de una existencia ardua y oscura; otros, incluso, lo sentirán dentro sólo como una extraña angustia y no sabrán reconocerlo.
...Y nadie puede ejercer honrada y valientemente un arte si no lo ama. Se trata ---finalmente--- de atacar los vicios de la nostalgia, de develar el misterio de la enseñanza, que de manera atroz atormenta el alma. No hay creación sin conocimiento. Y ambos necesitan del sacrificio en todos los órdenes de la vida.
El arte busca descubrirnos una parte oculta de nosotros mismos, lo que podríamos llamar el elemento trágico de nuestra personalidad. El arte se propone siempre lo individual. Por eso, en la obra del artista, lo que interesa es la visión de ciertos estados de ánimo muy profundos, o de ciertos conflictos completamente interiores. Exteriormente sólo percibimos ciertos signos de la pasión. Sólo los interpretamos ---defectuosamente, además--- por analogía con lo que hemos experimentado nosotros mismos. Por lo tanto, lo esencial es lo que experimentamos, y sólo podemos conocer a fondo nuestro propio corazón, si es que llegamos a conocerlo.
Y es que la vida no se recompone. Sencillamente, se deja contemplar. La imaginación artística sólo puede ser una visión más completa de la realidad. Si la obras que crea el artista nos causan una impresión de vida, es porque son el artista mismo, el artista multiplicado, el artista profundizado en él mismo, en un esfuerzo de observación interior, tan potente, que captura lo virtual en lo real, para hacer una obra completa con aquello que la naturaleza dejó en él en estado de simple proyecto. Y es que acaso, el elemento más importante de la existencia de los seres humanos sea rescatar el sentido de la historia (personal o social, vida íntima o colectiva), enfrentar la creación a la muerte, la ruina, el parloteo, la violencia, la ignorancia y la soberbia: ¿no es una de las misiones del artista?.
El artista es un ser distinto, vulnerable, asombrado, trémulo, herido de nacimiento y por vida, difícilmente incorporable a la realidad diaria. Claro que existe el que de esa realidad extrae sus mejores elementos. Pero el notarla tanto como para poder manejarla y convertirla en obra de arte, es la mejor demostración de que no ha podido incorporarse a ella, de que no ha sido devorado por ella. La describe con tal verdad que es como si le arrancara un trozo. Lo que tiene de distinto es lo que sólo el gran artista logra: que esa realidad la conocemos de siempre y, no obstante, la notamos por primera vez.
El arte, la vida y la muerte son el hombre mismo y su relación con los demás. El artista es aquel que nace con todos los signos del hombre y uno más que lo distingue y obliga. Algunos darán preponderancia extrema a ese solo signo, mutilarán los restantes, dolorosamente, y eligirán la soledad para entregarse a él por entero; otros le encontrarán sitio y expresión en el centro de su vida; otros más no podrán salvarlo y lo verán ahogarse en las circunstancias de una existencia ardua y oscura; otros, incluso, lo sentirán dentro sólo como una extraña angustia y no sabrán reconocerlo.
...Y nadie puede ejercer honrada y valientemente un arte si no lo ama. Se trata ---finalmente--- de atacar los vicios de la nostalgia, de develar el misterio de la enseñanza, que de manera atroz atormenta el alma. No hay creación sin conocimiento. Y ambos necesitan del sacrificio en todos los órdenes de la vida.
1 comentario:
Creo que es interesante toda la perspectiva con respeto al artista, sin embargo, no todos tenemos esa vena y esa iluminación pero el realizar alguna actividad artistica nos hace más sencibles y logra una visión d evida distinta. Más bien creo que el arte en sí nos eleva aplanos divinos, porque si por naturaleza no tenemos ese DON, lo podemos despertar en nosotros, todos tenemos el potencial.
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