lunes, 24 de noviembre de 2008

El contenido de las cartas

Escribir. Esgrimir la pluma sobre el papel y continuar con esta aventura –anímica por demás—que significa traducir en signos de lenguaje mis ideas de lenguaje. Ante todo, expresarme; ese es mi reto. Remover la cabeza, el cerebro, organizando y comprendiendo las impresiones, las emociones, las visiones, las ideas y las conclusiones, para después practicar la sencillez y la claridad, al momento de escribir mis ideas y mis mensajes.

Confieso que no siempre logro escribir con sencillez y claridad, y siempre me sorprende y me emociona la gente que se expresa con maestría y estilo propio –como tú--. Mi escritura, como mi lenguaje, son los verdaderos reflejos de mi pensamiento. Se notan tan estables o inestables como mi espíritu; y al fin corresponden exactamente a mi estado anímico, a mis esperanzas, mis decepciones, mi felicidad o mi amargura.

Como sea, la escritura significa para mí una de las formas más contundentes de desarrollo y crecimiento. Puedo decir que ha sido, y es, mi tabla de salvación. A través de las letras ha tomado forma una parte fundamental de mi persona y representa una de las ventanas de expresión y desahogo de mi alma. Y no solamente en desahogo; también en medio de comunicación y uno de los vínculos más estrechos con los que busco y puedo unirme a las personas que me son importantes. Sea pues, aceptada esta escritura, como una parte de mí y de mi cariño y amor.

Escribo esta serie de notas con el ferviente deseo de estar junto a ti cada vez que las leas; con la firme decisión de acompañarte y el contundente convencimiento de que sientas el calor de la parte de mi amor que para ti se vierte en cada letra. En otra dimensión, también escribo para ti, acaso escribiendo para mí, para sentirte cerca cada vez que lo hago; ya que la única forma de apoderarnos hondamente de los seres, de las cosas y de los ambientes que tratamos, usamos y amamos es volviendo a ellos a través del recuerdo, o inventándolos al darles un nombre, o al escribir para ellos o sobre ellos.”

[...]

“Pienso brevemente en los meses o años previos a nuestro encuentro. Vidas en desarrollo, fabricando y matizando circunstancias. Pero al mismo tiempo, en el pozo profundo de nuestras esencias, algunos elementos maduraban en soledad, esa soledad, atributo de todo lo precursor. No existe otra clave más clara para explicar y entender la chispa surgida de la “feliz circunstancia” que significó nuestro encuentro.

Ahora sabemos que la emoción pasa por la abstracción y que el análisis sirve a la pasión. La pasión sirve y estimula la reflexión, cuyas complejidades y matices permiten a las impresiones, convertirse en ideas. El fundamento de nuestro trato es el diálogo, el arte del debate profundo, que lleva a la reflexión más densa. Transcurrimos –con sutileza—del juego intelectual al debate filosófico, el cual se eleva cada vez; el pensamiento surgido de nuestro diálogo se generaliza; entonces las explicaciones sobre las nimiedades se anulan frente al gran pensamiento de nuestras reflexiones, nuestros comentarios y nuestras conclusiones.”

lunes, 10 de noviembre de 2008

Las letras: un regalo de ida y vuelta.

“Desde tierras distantes trajiste este cuaderno y desde tierras cercanas lo empiezo a llenar. Me gusta que las páginas vacías de este cuadernillo extranjero cobren vida con letras dirigidas e inspiradas por ti. Aunque aquí se desata una controversia: Un regalo es algo muy importante. Se regala algo con todo gusto y complacencia para que el beneficiario lo disfrute, lo use, lo incorpore a su actuar y, así, le dé sentido al obsequio. Asimismo, el destinatario se compromete a valorar el regalo, cuidarlo y tenerlo presente, ya sea atesorándolo o usándolo hasta que el regalo cumpla su vida útil. Yo soy partidario de esta última opción. Pero, ¿se debe devolver un regalo o –a su vez— volverse a regalar permitiéndole circular en un torrente de afectos, el cual es el flujo que inspira y da vida a los regalos?.

Existen muchos puntos de vista al respecto, basados en aspectos morales, educativos y materiales. Pero es aquí donde, en nuestro caso, existe la singularidad: Tú me obsequiaste este adorable cuadernillo y desde que lo ví, lo sopesé entre mis manos, aprecié la textura de sus hojas con las yemas de mis dedos, y observé tu rostro generoso, lleno de afecto y pasión por contribuir con material de escritura para mis ideas; supe que no podía escribir aquí, cualquier cosa. Al paso de los días, al apreciar sus bordes, en sus páginas vacías se acumulaban ya los recuerdos y las resonancias de nuestras charlas; entendí que las letras destinadas a este cuadernillo debían tener un sentido; ese sentido tenías que ser tú.

Lo demás ha sido dictado por mi intuición. Nunca he escrito un diario y tampoco tuve la intención esta vez. El corazón me dictó traer el cuadernillo conmigo todo el tiempo y prolongar en él mi diálogo contigo. ¿Qué escribiría aquí?. Algo muy similar al diálogo con mi conciencia y, tal vez, parecido a lo que plasmo en mi libreta de notas. Pero la libreta es como un careo conmigo mismo y el pensamiento en voz alta, mientras que en este cuaderno mis disertaciones estarán orientadas e inspiradas por ti.

Más allá de “las circunstancias mutuas, los caminos andados y el montón de historia que cada uno de nosotros lleva a sus espaldas”, que consignas en una de tus cartas, influyes y abarcas fibras vitales de mi persona, ocupas un lugar cercano regocijando a mi corazón y vibrando al unísono de mi mente; la encrucijada que nos mantiene unidos es especial y aún tiene mucho que dictar entre nosotros. No le temas, deja que el impulso te atrape y haz tu parte para enriquecer este puente, con los mismos elementos que has puesto para que surja.

Así es que –y espero que no te enfades conmigo—te regalaré a mi vez este cuadernillo extranjero, pero lleno de mis ideas, visiones y diálogos que mantengo contigo desde donde me encuentro. Este diálogo contigo inicia la vida de estas páginas y me acompaña con toda la intensidad de la memoria de mis sentidos y de mi alma.”