jueves, 29 de enero de 2009

Principios importantes para enriquecer la vida.


Hay situaciones tremendas que se presentan en la vida y que no se gobiernan tan fácilmente como los momentos enojosos; las hemos sufrido y las seguiremos sufriendo. Ante tales situaciones tremendas hay una manera general de proceder, que debemos tener presente y practicar:

En primer lugar, conserven una apariencia exterior tan tranquila y animada como le sea posible. Ilumine una situación difícil con una chispa de humor, aunque sea humor amargo. A fin de cuentas, el humor amargo es el mejor. En segundo lugar, eviten pasar y repasar su desgracia por su mente, como quien repite un disco una y otra vez. No se pongan irritados o histéricos. Y, sobre todo, no comiencen a compadecerse a ustedes mismos. Como tercer paso, trácense planes para convertir siempre cada derrota en una especie de victoria, recordando que la mejor victoria la constituye el haber conservado el valor, la ecuanimidad y el agrado. Esta victoria le atraerá la admiración de los demás. Y cuarto, ice en el asta bandera de su alma, y haga que ondeen constantemente, estas banderas: Ecuanimidad (Conservar la calma); Resignación (Aceptar gallardamente el contratiempo); Valor (Poder resistir eso y mucho más); Decisión (Transformar esa derrota en una victoria); Jovialidad (Doblarse pero no quebrarse); Complacencia (Conservar el amor a los demás). Ante una situación tremenda y muy difícil, lo mejor que podemos hacer es colaborar con lo inevitable. Para ello, no hay más rescatar la importancia de gobernar el momento común; y todas las horas del día tienen motivos de placer, si sabemos sintonizarlos con nuestra actitud.

La madurez y el equilibrio emotivo darán un gran paso adelante si sabemos mantener determinadas actitudes respecto a varios de los aspectos importantes de la vida, los cuales encierran facetas que parecen ocasionar a muchas personas, grandes conflictos; facetas de la vida en las cuales el ser humano se expone a reaccionar con inmadurez y desarrollando considerable tensión emotiva.

Es mejor formular un plan de acción definido y maduro para gobernarse en estos aspectos de la vida que tanta tensión causan a las personas. Tales principios directores nos ahorrarán una cantidad grande de tensiones.

Viva con sencillez: Conserve su capacidad de aprecio para las cosas sencillas que están siempre al alcance de la mano, pudiéndose obtener fácilmente. No adquiera el hábito de exigir cosas inusitadas para sentirse bien. Si aprendemos a cosechar los placeres en el mundo que se ofrece ante nuestros cinco sentidos, la vida se convertirá en una aventura interesante. Debemos cultivar la facultad de encontrar nuestros mayores y más constantes placeres en las cosas comunes que tenemos siempre a la mano. Una facultad semejante enaltece la vida hasta un punto que jamás sería sobreestimado. Cultivar la capacidad de gozar con lo que se tiene a mano implica vivir de un modo sencillo. Esto no excluye volar hacia las alturas, pero hace que el vuelo sea lo que dice su nombre, o sea un vuelo, después del cual uno regresa y vuelve a apoyar los pies en la tierra firme del mundo de los cinco sentidos, antes de convertir el suelo en un inseguro desdoblamiento permanente sin regreso posible porque no exista un sitio al cual regresar.

Evitar atención excesiva a las enfermedades: Existe un gran número de personas, funcionalmente sanas, pero emotivamente no sanas, que se han hecho a la idea de que no están bien ni esperan estarlo en el futuro. El desarrollo de semejante idea ha sido estimulado, a menudo, por médicos perezosos que les han ofrecido una explicación fácil, atribuyendo a anomalías orgánicas las sensaciones que experimentan. Nunca antes se atacó tanto a la sociedad con tantas advertencias sobre la mala salud, como en nuestros días. Los medios de comunicación sugieren constantemente síntomas, a fin de vender remedios que ni los verdaderos enfermos necesitan. Cualquiera que se encuentre en un estado mental propiciamente receptivo, puede sentir los síntomas necesarios y comprar una botella del brebaje al que se le atribuyen tan extraordinarias virtudes curativas. Se vocean enfermedades, se recitan sensaciones típicas, calificándolas de síntomas, de modo que cualquiera pueda imaginar que padece la enfermedad, o que la padecerá pronto. El público fija su atención en las enfermedades y las teme; este es un factor considerable en la aparición de la enfermedad de origen emotivo. Una persona puede sentir síntomas debidos a emociones negativas. Si no les presta atención, ya sea porque sabe de qué se trata o porque tenga otras cosas más importantes en qué pensar, no puede decirse que sufra le enfermedad de origen emotivo. Pero desde el momento en que nota y acepta que éstos le hacen desdichado, entonces sufre la enfermedad. Es mejor convencerse que poseemos un organismo sano; es la manera de cuidar la salud. Revisen su estado de salud con regularidad. Entre cada examen crean firmemente que están sanos. Si ocurre algo que proyecte en la mente la sombra de una duda, respecto al organismo, vayan al doctor; si los temores resultan infundados, como sucede generalmente, no piensen más en ello. Es mucho más agradable saber que uno está bien, que creer que, pese a lo que el médico dice, albergamos una dolencia.

Aprender a amar el trabajo: Una persona que se haya convencido a sí misma de que no le gusta el trabajo, mientras trabaja sufre una monótona repetición de emociones desagradables y se encuentra en plena ruta hacia una enfermedad de origen emotivo. A menos de que aspiremos a terminar en prisión o viviendo de la caridad, es mejor persuadirnos de que nos gusta el trabajo. Una actitud enemiga hacia el trabajo acarrea emociones desagradables por más de una vía. Lo fundamental de la cuestión es que el individuo quiera trabajar. Si una persona ama el trabajo y ha aprendido la alegría sencilla de hacer bien algo, se está contento de producir alguna cosa de valor para la sociedad, todo el tiempo que esté trabajando generará emociones agradables en su propio provecho, así como en provecho de la empresa que lo contrató. Una persona con trabajo más que suficiente para pasar el tiempo ocupada, y que le guste trabajar, raramente contrae enfermedades de origen emotivo. El trabajo es una terapéutica. Amar el trabajo constituye una magnífica profilaxis contra las enfermedades de origen emotivo.

Tener un buen entretenimiento: Para una vida dichosa es absolutamente esencial tener un interés creativo, aparte del trabajo. Dos necesidades básicas, comunes a todos, son las de conocer experiencias nuevas y la de desarrollar un esfuerzo creativo. Un buen entretenimiento satisface las dos. Sin un entretenimiento preferido, el tiempo libre se convierte en un periodo de aburrimiento durante el cual, nuestras mentes tienden a enfrascarse más y más en los problemas que nos inquietan.