domingo, 12 de mayo de 2013

El Sentimiento: primer ingrediente de la Felicidad.


¿Qué es el sentimiento? Es el vínculo de la vida de la sociedad, del amor, de la amistad. Es el que une el hijo a la madre, el ciudadano a la patria. Es, sobre todo, poderoso en el ser unido y sensible a la naturaleza. La disipación y los placeres de los sentidos embotan la delicadeza; pero en el infortunio, el individuo vuelve a encontrarla siempre: este agente consolador no nos abandona enteramente más que con la vida.

¿No queda clara esta explicación? Sube a uno de los montes más altos, observa al sol elevándose gradualmente, llevar el consuelo y la esperanza a la cabaña del labrador. Que el primer rayo que lance sea recogido en tu corazón. Recuerda bien las sensaciones que disfrutarás. Desciende a las orillas del mar; observa el astro del día en su caída, precipitarse con majestad en el seno del infinito: la melancolía te dominará y te abandonarás a ella. No te resistas a la melancolía de la naturaleza.

Extravíate en el campo, refúgiate en la sencilla cabaña del pastor; pasa ahí la noche, acostado sobre pieles, con el fuego a los pies. ¡Qué momentos!. La media noche llega; los animales de los alrededores salen a pacer; su balido se confunde con la voz de sus conductores: es media noche, no lo olvides. ¡Qué momentos para entrar en ti mismo y meditar sobre el origen de la naturaleza, gustando las delicias más exquisitas!. No es absolutamente humano quien no haya gustado la dulzura, la melancolía, los estremecimientos que inspiran la mayor parte de estas situaciones.

Pero en la vida de diario parecen haberse perdido estas conexiones con el planeta. No son pocos quienes se quejan de la naturaleza, y se preguntan por qué hemos nacido. Y sufren con impaciencia los males pasajeros. Asimismo, el ser humano considera hermoso rodearse de todos los bienes de la fortuna; sin embargo, en el momento en que sus sentimientos huyen de su corazón, el aburrimiento se apodera de él; la tristeza, la negra melancolía, la desesperación, se suceden, y si este estado perdura, se da la muerte.

Por el sentimiento, gozamos de nosotros mismos, de la naturaleza, de la patria, de las personas que nos rodean. Nos hace conmovernos ante el aspecto de las diversas alternativas de la vida. Nos transforma en amigos de lo bello, de lo justo, nos subleva contra el opresor, el miserable, el idiota y el malicioso.  El mismo sentimiento nos inspira la Simpatía; ¿alguien te inspira respeto, confianza?. Son el respeto y la confianza del sentimiento.

Puesto que para ser feliz es preciso sentir; puesto que el sentimiento es la conmoción que nos afecta tan deliciosamente ante las perspectivas variadas de la naturaleza; puesto que el sentimiento que nos une al país, nos inspira el amor, la amistad, la gratitud; puesto que es el vínculo que une al humano a la inteligencia superior, al individuo a la sociedad, la persona a la persona; en consecuencia, por él y para él vivimos. Por tanto, se debe buscar, sobre todo, desarrollarlo, hacerlo crecer según el impulso del bien natural. Evitarás los obstáculos de todo tipo que lo apagan y destruyen, y hacen del hombre un ser ficticio, secundario, instrumento de otro y, a partir de entonces, de su desgracia.

Pero, ¿qué sentimientos se le deben inspirar?. Los de la naturaleza. Una pareja es necesaria al juego de nuestra organización biológica; pero lo es mucho más para la satisfacción del movimiento. Es la compañía de la naturaleza, hecha expresamente, modificada expresamente; que la reciba, por lo tanto, como tal y que, identificándola con su ser, llegue a serle inseparable. Que su corazón se expanda en su otro yo. Cuanto más fuertes sean contra los deseos desordenados, uno y otro serán más sensibles a los encantos de la vida. La dulzura de la unión corregirá las severidades de la quimera, hará más tierna la melancolía, los goces más variados, el sentimiento más abundante y más fértil aún.



jueves, 2 de mayo de 2013

Historia Visual.


La Naturaleza de la Felicidad.


En la lógica de la especie, adaptada a la vida social, después de la inconciencia de la infancia, viene el despertar de las pasiones: el hombre elige entre sus compañeras de juegos a la que debe serlo de su destino. Sus brazos vigorosos, de acuerdo con sus necesidades, piden trabajo y una oportunidad para desarrollarse, de acuerdo con sus aptitudes, guías de su vocación.

Se contrastan intereses y necesidades contra estructuras y posibilidades: se hace evidente que se debe proveer de lo necesario. Es preciso alimentar, albergar y proporcionar sustento a una familia entera. Comienzan los problemas de la mantención: el pan faltará, el corazón se romperá a cada instante; la sensibilidad se rebelará; la razón se ofuscará: “¡oh, qué vida!. Viviré abatido, miserable, quizá pordiosero: ¡viviré desgraciado!. ¿He nacido para esto?”.

En busca de una explicación lógica, se busca, entre otros, al sacerdote depositario de la confianza y se expone las dudas; y el sacerdote responde: “Hombre, no reflexiones jamás sobre la existencia de la sociedad... Dios conduce todo, abandónate a su providencia... Esta vida no es más que un viaje... Las cosas son aquí hechas por una justicia cuyos decretos no debemos profundizar... Cree, obedece, no razones y trabaja: he aquí tus deberes....” Pero un alma altiva, un corazón sensible, una razón entera, no pueden quedar satisfechos con esta respuesta. Las dudas y las inquietudes aún la acosan. Se busca a los sabios más instruidos, encontrando en ellos respuestas similares, en las que la injusticia y el rendimiento a ultranza encuentran justificación y dictan visiones distintas a las del sentido común.

Se manifiesta entonces el mecanismo de las sociedades, en contraposición a la tendencia natural inspirada por la justicia y la igualdad. Es la trama de la competencia, de la sobrevivencia, que destapa el lado contrario a la lógica del bienestar y la tranquilidad, como requisitos de vida. Sin embargo, el carácter sagrado de la naturaleza se haya trazado en ti con toda su energía: consérvalo siempre para vivir feliz y fuerte. Para vivir es preciso sentir y razonar, y, en consecuencia, no estar dominado por la necesidad física.¡La familia y los amigos son los mejores elementos para llenar la vida del corazón!. ¡Cuídate solamente de la avidez de las riquezas!. Las riquezas no influyen en la felicidad, sino en tanto nos procuraron o nos niegan lo físicamente necesario. Pero si tienes lo suficiente y el hábito del trabajo, debes saber gobernar tu imaginación. Entre un alma ardiente y una imaginación desarreglada no hay sino que poner la razón de por medio.

La felicidad está especialmente en la posición y en el estado de equilibrio, porque es el de la razón y el sentimiento. Hay que ser humano, pero serlo de verdad: Vivir dueño de sí: sin fuerza no hay virtud ni felicidad. Estos sentimientos valores sólo los reúne la Naturaleza para el beneficio y la consolación de la especie.

La persona a quien las leyes no han dado la oportunidad de ser feliz, el individuo que no tiene interés en el mantenimiento de la ley civil, es el enemigo. Por eso ha sido preciso, en el desarrollo de las sociedades, asegurarle una porción de propiedad a fin de interesarlo; y a falta de esto, fue preciso excluirlo como a un ser envilecido, embrutecido, y por ello incapaz de ejercer una parte de la soberanía... He aquí una razón política, sin duda. Pero es aquí donde comienza la larga cadena de injusticias e inequidades. El hombre feliz es el único digno de la Naturaleza. Se trata de recuperar la lógica vital de la Humanidad, como especie: los elementos y las condiciones que, como parte del planeta, el ser humano plantea y requiere para su desarrollo natural: el estado de Felicidad.

Sin pareja, no hay salud ni felicidad. Que el humano aprenda que su verdadera gloria es la de vivir como humano; que a su voz se callen los enemigos de la naturaleza; que el ministro de la más sublime de las religiones, que debe llevar palabra de consuelo al alma entristecida del infortunado, conozca las dulces emociones de la efusión; que el néctar de la delicia lo transforme en sinceramente penetrado de la grandeza del autor de la vida, como verdaderamente digno de la confianza pública, y será el hombre de la naturaleza y el intérprete de sus decretos. Que escoja una compañera: ese día será el verdadero triunfo de la moral, y los amigos verdaderos de la virtud lo celebrarán de corazón; el sacerdote sensible bendecirá los tiempos de la razón gustando las primicias de sus beneficios.