sábado, 17 de noviembre de 2012

Historia visual.


El contenido de las cartas.


Fragmentos de la Megacarta
(escrita en algún momento del siglo pasado)

“Escribir. Esgrimir la pluma sobre el papel y continuar con esta aventura anímica por demás que significa traducir en signos de lenguaje mis ideas de lenguaje. Ante todo, expresarme; ese es mi reto. Remover la cabeza, el cerebro, organizando y comprendiendo las impresiones, las emociones, las visiones, las ideas y las conclusiones, para después practicar la sencillez y la claridad, al momento de escribir mis ideas y mis mensajes.

Confieso que no siempre logro escribir con sencillez y claridad, y siempre me sorprende y me emociona la gente que se expresa con maestría y estilo propio como tú--. Mi escritura, como mi lenguaje, son los verdaderos reflejos de mi pensamiento. Se notan tan estables o inestables como mi espíritu; y al fin corresponden exactamente a mi estado anímico, a mis esperanzas, mis decepciones, mi felicidad o mi amargura.

Como sea, la escritura significa para mí una de las formas más contundentes de desarrollo y crecimiento. Puedo decir que ha sido, y es, mi tabla de salvación. A través de las letras ha tomado forma una parte fundamental de mi persona y representa una de las ventanas de expresión y desahogo de mi alma. Y no solamente en desahogo; también en medio de comunicación y uno de los vínculos más estrechos con los que busco y puedo unirme a las personas que me son importantes. Sea pues, aceptada esta escritura, como una parte de mí y de mi cariño y amor.

Escribo esta serie de notas con el ferviente deseo de estar junto a ti cada vez que las leas; con la firme decisión de acompañarte y el contundente convencimiento de que sientas el calor de la parte de mi amor que para ti se vierte en cada letra. En otra dimensión, también escribo para ti, acaso escribiendo para mí, para sentirte cerca cada vez que lo hago; ya que la única forma de apoderarnos hondamente de los seres, de las cosas y de los ambientes que tratamos, usamos y amamos es volviendo a ellos a través del recuerdo, o inventándolos al darles un nombre, o al escribir para ellos o sobre ellos.”
[...]
“Pienso brevemente en los meses o años previos a nuestro encuentro. Vidas en desarrollo, fabricando y matizando circunstancias. Pero al mismo tiempo, en el pozo profundo de nuestras esencias, algunos elementos maduraban en soledad, esa soledad, atributo de todo lo precursor. No existe otra clave más clara para explicar y entender la chispa surgida de la “feliz circunstancia” que significó nuestro encuentro.

Ahora sabemos que la emoción pasa por la abstracción y que el análisis sirve a la pasión. La pasión sirve y estimula la reflexión, cuyas complejidades y matices permiten a las impresiones, convertirse en ideas. El fundamento de nuestro trato es el diálogo, el arte del debate profundo, que lleva a la reflexión más densa. Transcurrimos con sutileza del juego intelectual al debate filosófico, el cual se eleva cada vez; el pensamiento surgido de nuestro diálogo se generaliza; entonces las explicaciones sobre las nimiedades se anulan frente al gran pensamiento de nuestras reflexiones, nuestros comentarios y nuestras conclusiones.”