lunes, 24 de septiembre de 2007

El Valor, fundamento del Amor

Sea cual sea tu destino sentimental, no pierdas el valor. Sobre todo, no vayas a creer que no habiendo conocido la felicidad del amor, ignoras por completo la gran felicidad de la existencia humana. Así tome la felicidad la forma de un río, de un arroyo subterráneo, de un torrente o de un lago, no tiene más que una sola fuente en los lugares secretos de nuestro corazón, y el más desdichado de los hombres puede formarse una idea de la más grande de las felicidades.

Hay en el amor una embriaguez, pero esa embriaguez no dejaría, en el fondo de un corazón grave y sincero, más que una gran melancolía, si no se encontrara en el amor verdadero, algo más seguro, más profundo, más inconmovible que la embriaguez; y lo más seguro, lo más profundo, lo más inconmovible que hay en el amor, es también lo más seguro, lo más profundo, lo más inconmovible que hay en una noble vida.

El menos favorecido de nosotros puede ser justo, leal, dulce, fraternal, generoso; el menos bien dotado puede acostumbrarse a mirar en torno suyo sin malevolencia, sin envidia, sin rencor, sin tristeza inútil; el más desheredado puede tomar no sé qué silenciosa parte, que no es siempre la menos buena, en la alegría de aquellos que lo rodean; el menos hábil puede saber hasta qué punto perdona una ofensa, disculpa un error, admira una palabra y una acción humanas; y el menos amado puede amar y respetar el amor.

Obrando así se inclina sobre la fuente ante la que van los felices a agacharse también en las horas ardientes de la felicidad. Muy en el fondo de las felicidades del amor, como en el fondo de la humilde vida del justo a quien el azar no ha querido sonreír, sólo son inalterables e inmóviles la justicia, la confianza, la benevolencia, la sinceridad, la generosidad. El amor da un poco más de brillo a esos puntos luminosos; y por eso es que hay que buscar el amor. La mayor ventaja del amor es que abre nuestros ojos para ciertas verdades pacíficas y dulces.

La mayor ventaja del amor es que nos da la oportunidad de amar y de admirar, en un objeto único, lo que no habríamos tenido ni la idea ni la fuerza de amar o de admirar en mil objetos diversos; es que así nos ensancha el corazón para lo porvenir. Pero en la base del amor más maravilloso, no hay más que una felicidad muy simple, una ternura y una adoración muy comprensibles, una confianza, una seguridad y una sinceridad muy accesibles, una admiración y un abandono muy humanos que, de la mano de la buena voluntad, todos podemos cultivar con un poco menos de amargura, un poco menos de impaciencia, un poco más de iniciativa, un poco más de energía.

lunes, 10 de septiembre de 2007

Las posesiones del Amor

Hay a veces destinos tan completamente felices; pero si toda persona tiene más o menos el derecho de esperar uno semejante, haría mal en aprisionar su vida en esa esperanza. No puede más que prepararse para ser digno un día de un amor de tal género, y a medida que se prepare, su espera se hará más paciente.

¿No serías tú quien habría traído lo mejor que hubiera habido en el amor que echas de menos?. El alma no posee al fin más que lo que puede dar, ¿no es ya poseer un poco acechar incesantemente la oportunidad de dar?. No, no hay, creo yo, en esta tierra, felicidad más deseable que un admirable y largo amor; pero si no lo encuentras, lo que hiciste para ser digno de él, no se perderá para la paz de tu corazón, para la tranquilidad más valerosa y más pura de tu vida.

Siempre se puede amar. Ama admirablemente por tu cuenta y tendrás casi todos los goces de un amor admirable. Aún en el amor más perfecto, la felicidad de los dos amantes más unidos no es exactamente la misma, y, con toda certeza, el más bueno, será el que ame mejor, y el que ame mejor será el más feliz. No es tanto por la felicidad del otro sino por nuestra propia felicidad, que debemos hacernos dignos del amor.

No se imaginen que en las horas desgraciadas de un amor desigual, sea el más justo, el más sabio, el más generoso, el más noblemente apasionado quien sufra más. Casi nunca es el más bueno la víctima a la que hay que compadecer. No se es víctima del todo sino cuando se es víctima de las propias faltas, de los propios errores, de las propias injusticias. Por imperfectos que seamos, podemos bastar al amor de un ser maravilloso, pero el ser maravilloso no bastará a nuestro amor si no somos perfectos.

La vida puede traer hasta nosotros al gran amor, a una persona adornada con todos los dones de la inteligencia y del corazón, no nos daremos cuenta si no hemos aprendido a conocer y a amar esos dones en la vida real, y ¿qué es, después de todo, la vida real para cualquier persona, sino su propia vida?. Nuestra lealtad es la que florecerá en la lealtad de la amante; nuestra verdad es la que se apaciguará en su verdad y la fuerza de nuestro carácter será la que disfrute de la fuerza que se encuentra en el suyo. Pero una virtud del ser amado que no encuentre, en la entrada de nuestro corazón, una virtud que se le parezca un poco, no sabe a qué manos confiar la alegría de que es portadora.