sábado, 21 de enero de 2006

Apuntes del fin de semana II.
Todos esos innumerables y maravillosos símbolos, que suministran en todo instante a los ojos que saben mirar las formas y colores, los vegetales y los seres vivientes, la tierra y el sol, se me ofrecen encantadores y atrayentes. Es como si poseyera la varita mágica y no tuviese más que tocar a un fenómeno para que me relate su significado esencial. También estoy animado de la curiosidad científica y observo y pregunto: ¿por qué domina el tono verde?, ¿qué es lo que hace durar desigualmente a las hojas?... etc., etc.

Todo paisaje es un estado del alma, y el que lee en ambas instancias queda maravillado de encontrar en cada detalle la semejanza. La verdadera poesía es más cierta que la ciencia, porque es sintética, y sabe tomar desde el primer momento lo que la combinación de todas las ciencias podrá, cuanto más, alcanzar alguna vez como resultado. El alma de la naturaleza es adivinada por el poeta, mientras que el sabio no sabe más que acumular los materiales para su demostración. El primero se mantiene dentro del conjunto, el segundo habita una sola de sus regiones. Uno es concreto y el otro abstracto.

El alma del mundo es más abierta e inteligible que el alma individual, tiene más espacio, más tiempo y más fuerza para manifestarse.

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