La Narrativa del Conocimiento es la reflexión epistemológica implícita, en la que más que lo descrito, interesa el hecho mismo de describir, la meditación sobre la forma de interpretar, ordenar y transmitir lo descriptible.
Tal narrativa nos obliga a enfrentarnos con la relatividad de los presupuestos de nuestra cultura ---de la pretendida lógica---. Y nos obliga a recordar que la aparente solidez de nuestra cosmovisión también es variable.
La Narrativa del Conocimiento pone de manifiesto la prioridad que la reflexión da a la forma humana; es decir, a la relación que el hombre mantiene consigo mismo y, a partir de él, con su entorno. De esta manera, se exalta y se rinde culto al pensamiento.
Desde su singularidad, se dedica a describir una situación. Esta percepción de la realidad consiste en el conocimiento empírico y detallado de las características y rasgos particulares de los fenómenos y del individuo, ignorando voluntariamente los juicios de valor.
Se trata de una ética personal, válida exclusivamente en una perspectiva individual, cuyo fin no es otro que llegar a ser lo que en verdad se és; pero que, sin embargo, en su naturaleza radica la contribución a una discusión, acaso más completa.
Lo importante, siempre, es hacer pensar. El núcleo de la conciencia es un centro de convergencia y de proyección hacia donde todo confluye, convirtiéndose en materia susceptible de pensamiento; y donde todo, por el acto mismo del pensamiento se vuelve sustancia del ser humano.
Su principal aportación radica en el enaltecimiento de la reflexión y la afirmación de su validez como núcleo y vehículo del conocimiento del hombre y su entorno. De aquí se deduce que la conciencia personal, sin excluir al espacio exterior, impone su predominio; por lo que toda realidad, para ser aprehendida necesita absolutamente entrar en el centro de la conciencia. Para ello, se necesita sentir lo que nos rodea con un criterio de eternidad, con la seguridad de que todo el progreso se apoya en postulados de comprensión, de generosidad, de tolerancia, que son y serán siempre los mismos.
Se trata, en la labor narrativa del conocimiento, de aprehenderse, de gozar de la personalidad en el presente de cada momento; es decir, de fundir en uno el yo y la conciencia que de él se tiene. La perfección del acto de conciencia, esto es, la aprehensión absoluta de uno mismo, sólo es posible en la identidad total del sujeto que piensa y del objeto pensado. Identidad que únicamente puede darse en una sincronía perfecta; o sea, en el presente de cada momento. Llegado a este convencimiento resulta anecdótico que la referencia sea pasada, actual o futura. La autenticidad consiste en asumir conscientemente la estructura secuencial, con valor presente absoluto, de la personalidad.
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