lunes, 29 de diciembre de 2008
miércoles, 24 de diciembre de 2008
lunes, 24 de noviembre de 2008
“Escribir. Esgrimir la pluma sobre el papel y continuar con esta aventura –anímica por demás—que significa traducir en signos de lenguaje mis ideas de lenguaje. Ante todo, expresarme; ese es mi reto. Remover la cabeza, el cerebro, organizando y comprendiendo las impresiones, las emociones, las visiones, las ideas y las conclusiones, para después practicar la sencillez y la claridad, al momento de escribir mis ideas y mis mensajes.
Confieso que no siempre logro escribir con sencillez y claridad, y siempre me sorprende y me emociona la gente que se expresa con maestría y estilo propio –como tú--. Mi escritura, como mi lenguaje, son los verdaderos reflejos de mi pensamiento. Se notan tan estables o inestables como mi espíritu; y al fin corresponden exactamente a mi estado anímico, a mis esperanzas, mis decepciones, mi felicidad o mi amargura.
Como sea, la escritura significa para mí una de las formas más contundentes de desarrollo y crecimiento. Puedo decir que ha sido, y es, mi tabla de salvación. A través de las letras ha tomado forma una parte fundamental de mi persona y representa una de las ventanas de expresión y desahogo de mi alma. Y no solamente en desahogo; también en medio de comunicación y uno de los vínculos más estrechos con los que busco y puedo unirme a las personas que me son importantes. Sea pues, aceptada esta escritura, como una parte de mí y de mi cariño y amor.
Escribo esta serie de notas con el ferviente deseo de estar junto a ti cada vez que las leas; con la firme decisión de acompañarte y el contundente convencimiento de que sientas el calor de la parte de mi amor que para ti se vierte en cada letra. En otra dimensión, también escribo para ti, acaso escribiendo para mí, para sentirte cerca cada vez que lo hago; ya que la única forma de apoderarnos hondamente de los seres, de las cosas y de los ambientes que tratamos, usamos y amamos es volviendo a ellos a través del recuerdo, o inventándolos al darles un nombre, o al escribir para ellos o sobre ellos.”
[...]
“Pienso brevemente en los meses o años previos a nuestro encuentro. Vidas en desarrollo, fabricando y matizando circunstancias. Pero al mismo tiempo, en el pozo profundo de nuestras esencias, algunos elementos maduraban en soledad, esa soledad, atributo de todo lo precursor. No existe otra clave más clara para explicar y entender la chispa surgida de la “feliz circunstancia” que significó nuestro encuentro.
Ahora sabemos que la emoción pasa por la abstracción y que el análisis sirve a la pasión. La pasión sirve y estimula la reflexión, cuyas complejidades y matices permiten a las impresiones, convertirse en ideas. El fundamento de nuestro trato es el diálogo, el arte del debate profundo, que lleva a la reflexión más densa. Transcurrimos –con sutileza—del juego intelectual al debate filosófico, el cual se eleva cada vez; el pensamiento surgido de nuestro diálogo se generaliza; entonces las explicaciones sobre las nimiedades se anulan frente al gran pensamiento de nuestras reflexiones, nuestros comentarios y nuestras conclusiones.”
lunes, 10 de noviembre de 2008
“Desde tierras distantes trajiste este cuaderno y desde tierras cercanas lo empiezo a llenar. Me gusta que las páginas vacías de este cuadernillo extranjero cobren vida con letras dirigidas e inspiradas por ti. Aunque aquí se desata una controversia: Un regalo es algo muy importante. Se regala algo con todo gusto y complacencia para que el beneficiario lo disfrute, lo use, lo incorpore a su actuar y, así, le dé sentido al obsequio. Asimismo, el destinatario se compromete a valorar el regalo, cuidarlo y tenerlo presente, ya sea atesorándolo o usándolo hasta que el regalo cumpla su vida útil. Yo soy partidario de esta última opción. Pero, ¿se debe devolver un regalo o –a su vez— volverse a regalar permitiéndole circular en un torrente de afectos, el cual es el flujo que inspira y da vida a los regalos?.
Existen muchos puntos de vista al respecto, basados en aspectos morales, educativos y materiales. Pero es aquí donde, en nuestro caso, existe la singularidad: Tú me obsequiaste este adorable cuadernillo y desde que lo ví, lo sopesé entre mis manos, aprecié la textura de sus hojas con las yemas de mis dedos, y observé tu rostro generoso, lleno de afecto y pasión por contribuir con material de escritura para mis ideas; supe que no podía escribir aquí, cualquier cosa. Al paso de los días, al apreciar sus bordes, en sus páginas vacías se acumulaban ya los recuerdos y las resonancias de nuestras charlas; entendí que las letras destinadas a este cuadernillo debían tener un sentido; ese sentido tenías que ser tú.
Lo demás ha sido dictado por mi intuición. Nunca he escrito un diario y tampoco tuve la intención esta vez. El corazón me dictó traer el cuadernillo conmigo todo el tiempo y prolongar en él mi diálogo contigo. ¿Qué escribiría aquí?. Algo muy similar al diálogo con mi conciencia y, tal vez, parecido a lo que plasmo en mi libreta de notas. Pero la libreta es como un careo conmigo mismo y el pensamiento en voz alta, mientras que en este cuaderno mis disertaciones estarán orientadas e inspiradas por ti.
Más allá de “las circunstancias mutuas, los caminos andados y el montón de historia que cada uno de nosotros lleva a sus espaldas”, que consignas en una de tus cartas, influyes y abarcas fibras vitales de mi persona, ocupas un lugar cercano regocijando a mi corazón y vibrando al unísono de mi mente; la encrucijada que nos mantiene unidos es especial y aún tiene mucho que dictar entre nosotros. No le temas, deja que el impulso te atrape y haz tu parte para enriquecer este puente, con los mismos elementos que has puesto para que surja.
Así es que –y espero que no te enfades conmigo—te regalaré a mi vez este cuadernillo extranjero, pero lleno de mis ideas, visiones y diálogos que mantengo contigo desde donde me encuentro. Este diálogo contigo inicia la vida de estas páginas y me acompaña con toda la intensidad de la memoria de mis sentidos y de mi alma.”
sábado, 25 de octubre de 2008
Las manzanillas se vuelven locas y tienden durante seis semanas, a ser invisibles prometidas de los enormes ramos redondos como broqueles de nieve radiante. La escarlata y la tumultuaria bugambilia cubren las ventanas de las casas semejando un alineamiento de llamas. Las rosas amarillas tapizan las colinas de velo azafranado; las rosas encarnadas, la bella rosa inocente de los primeros pudores, inundan los valles, como si los divinos lampos de la aurora, en donde se elabora la carne ideal de las mujeres y de los ángeles se hubieran desbordado por el mundo. Otras asaltan los árboles, escalan los pilares, las columnas, las fachadas, los pórticos; se lanzan y retumban, se despiertan y precipitan multiplicándose; se agrupan y suponen como racimos embriagantes que fermentan silenciosos entre pétalos apasionados.
Perfumes innumerables, diversos e intensos, circulan en un mar de alegría como las ondas que jamás se confunden y que por eso pueden reconocérselas en cada inspiración de sus movimientos. He aquí un torrente verde y fresco de geranios, la fuga de clavos y alelíes; el río torrencial de la clara y leal alhucema y el espliego; y por último, ese mantel que cae en forma de cascada hirviente de los azahares, cuya fragancia trasciende a inocencia, a timidez y a juramentos cumplidos, de que el verde intenso en que se sumerge la campiña forma el fondo más hermoso.
No creo que haya cosa más bella en el mundo que esos jardines y vallados de la Provenza marítima durante las seis o siete semanas en que se aleja la primavera y al hacerlo mezcla aún sus perfumes con los primeros ardores del estío que llega. Lo que da a esa milagrosa alegría un tinte melancólico que no se podría hallar en otra parte, es la soledad ascética y casi dolorosa en que ella se descoge. Hay, allá en el desierto, en el silencio y más bien en el vacío, emparrados en las terrazas de los pórticos de las mil millas abandonadas, una emulación de la belleza, que llega hasta el sufrimiento agudo del dolor, hasta el impulso de todas las fuerzas, de todas, las formas y de todos los colores.
Hay también, una especie de prodigiosa palabra de orden, como si todas las energías de la gracia y el esplendor que envuelven a la naturaleza, se hubieran coaligado para dar en un mismo instante a un testigo que no conocen los humanos, una prueba, única y decisiva, de la beatitud y las magnificencias de la tierra. Hay, por último, una especie de espera inaudita, solemne y tediosa que, por encima de las cercas, tapias y muros, acecha la llegada de un gran Dios; un silencio de éxtasis que exige una presencia sobrenatural, una impaciencia exasperada e insensata que por todas partes se esparce por las rutas por donde no pasa más que el cortejo mudo y transparente de las horas.
Cuántas bellezas se pierden en este mundo. Veamos de qué hemos de nutrir nuestros ojos hasta la tumba. Veamos cómo cosechar los recuerdos que sostendrán nuestras almas hasta su última morada. Veamos cómo nutrir a los millares de corazones con el supremo alimento de la vida.
En el fondo, cuando soñamos, todo lo que hay de mejor en este mundo que encierra nuestro pecho, todo lo que hay de puro, de dichoso y de límpido en nuestra inteligencia y en nuestros sentimientos, toma su origen en algunos espectáculos hermosos. Si no hubiéramos visto nunca cosas bellas, no tendríamos más que pobres y siniestras imágenes para adornar nuestras ideas que perecerían de frío y de miseria, como las de los ciegos. La gran ruta que emerge desde todos los planos de la vida hasta las diafanías de la conciencia humana, sería tan vaga, tan desnuda y tan desierta, que nuestros pensamientos perderían muy pronto la fuerza y el brío que les son necesarios; porque en donde no imperan los pensamientos no tardan en aparecer las espinas y el abrojo horroroso del bosque bárbaro. Un bello espectáculo que pudiéramos haber visto, que nos perteneciera, que pareciera llamarnos y del que hubiéramos huido, no se reemplaza nunca; porque nada crece en donde nada se siembra, y deja en nuestra alma un gran círculo estéril en donde sólo hallaríamos espinas el día en que quisiéramos cosechar rosas.
Nuestros pensamientos y nuestras acciones impulsan sus energías y sus formas hacia lo que habíamos contemplado. Entre el gesto heroico, y el deber cumplido; el sacrificio noblemente ofrecido y el bello paisaje alguna vez contemplado, hay a menudo lazos muy estrechos y vívidos, tanto o más, que los retenidos por nuestra memoria. Y, por tanto, cuantas más bellezas contemplamos, más aptos estaremos para hacer cosas buenas, lo cual quiere decir, que para la prosperidad de nuestra vida interior, se necesita un conjunto armonioso de admirables despojos.
domingo, 12 de octubre de 2008
¿Qué es el sentimiento?. Es el vínculo de la vida de la sociedad, del amor, de la amistad. Es el que une el hijo a la madre, el ciudadano a la patria. Es, sobre todo, poderoso en el personaje de la naturaleza. La disipación, los placeres de los sentidos, embotan la delicadeza; pero en el infortunio, el ser humano vuelve a encontrarla siempre: este agente consolador no nos abandona enteramente más que con la vida.
¿No queda claro todavía?. Suban a cualquier montaña que encuentren a su paso, observen al Sol elevándose gradualmente, llevando el consuelo y la esperanza a los pobladores de los campos. Que el primer rayo que lance sea recogido por tu corazón. Recuerda bien las sensaciones que sientas. Luego, desciende a la orillas el mar; observa al mismo Sol en su caída, precipitarse con majestad en el seno del infinito: la melancolía te dominará y te podrás abandonar a ella. Nada se resiste a la melancolía de la naturaleza. Extravíate en el campo, refúgiate en la modesta cabaña del pastor; pasa ahí la noche, descansando sobre pieles curtidas, el fuego a tus pies. ¡Qué momentos!. Llega la media noche; los animales de los alrededores salen para pacer; su balido se confunde con la voz de sus pastores: es media noche, no lo olvides. ¡Qué momentos para entrar en el propio ser interior y meditar sobre el origen de la naturaleza, gustando las delicias más exquisitas!.
No es, absolutamente, humano, quien no haya gustado la dulzura, la melancolía, los estremecimientos que inspiran la mayor parte de las vivencias. Pero muchos se quejan de la naturaleza y aún se preguntan por qué han nacido. Sufren con impaciencia males pasajeros, y corren con furor tras los vacíos de la vanidad, de las riquezas. El ser humano considera hermoso rodearse de todos los bienes de la fortuna; desde que sus sentimientos huyen de su corazón, el aburrimiento se apodera de él; la tristeza, la negra melancolía, la desesperación, se suceden, y si este estado perdura, se da la muerte.
Por el sentimiento, gozamos de nosotros mismos, de la naturaleza, de la patria, de los semejantes que nos rodean. Nos hace conmovernos ante el aspecto de las diversas alternativas de la vida. Si el sentimiento nos transforma en amigos de lo bello, de lo justo, nos subleva asimismo contra el opresor y el miserable. ¿Algo o alguien te inspira respeto, confianza?. Son el respeto y la confianza del sentimiento.
Puesto que para ser feliz es preciso sentir; puesto que el sentimiento es la conmoción que nos afecta tan deliciosamente ante las perspectivas variadas de la naturaleza; puesto que el sentimiento nos une al país, nos inspira el amor, la amistad, la gratitud; puesto que es el vínculo que une al ser humano a la inteligencia superior, al individuo a la sociedad, el humano al humano; en consecuencia, por él y para él vivimos. Por tanto, se debe buscar, sobre todo, desarrollarlo, hacerlo crecer según el impulso del bien natural. Evitarás los obstáculos de toda especie que lo apagan o destruyen y hacen del individuo un ser ficticio, secundario, instrumento de otro, y, desde entonces, de su desgracia.
Pero ¿qué sentimientos se le deben inspirar?. Los de la naturaleza. Una mujer es necesaria en la condición de la organización animal de la especie; pero lo es mucho más para el complemento y la satisfacción del sentimiento. Es la compañía de la naturaleza, hecha expresamente, modificada expresamente; que la reciba, por lo tanto, como tal y que, identificándola con su ser, llegue a serle inseparable. Que su corazón se expanda en su otro yo. Cuanto más fuertes sean contra los deseos desordenados, uno y otra serán más sensibles a los encantos de la vida. La dulzura de la unión corregirá las severidades de la quimera, hará más tierna la melancolía, los goces más variados, el sentimiento más abundante y más fértil aún.
Pero actualmente, la imaginación desordenada es la causa y la fuente de todos los males de la especie humana. El individuo desdichado y caprichoso no puede ser bueno. ¿Sabes a dónde conduce la rebelión contra los decretos de la naturaleza?. Al desorden más horrible, a la disipación reflexiva, algunas veces a la hipocresía más odiosa. La inquietud, el disgusto, la enfermedad, la muerte desoladora de la soledad, son la herencia de quien no se desarrolla con el ritmo de la naturaleza, dado que viola las leyes primordiales. Nacemos desiguales en medios, sin duda, pero iguales en derechos. Si adoptas cualquier otro principio verás destruirse la planta humana, languidecer en la angustia y no tener de la naturaleza más que el rostro.
Es preciso hablar al sentimiento su lenguaje. Sin fuerza, sin energía, no hay virtud ni felicidad. La música nace con el ser humano y, como la mayor parte de las artes, se perfecciona con la sociedad, se corrompe con ella, se regenera con ella; la música es a la vez un beneficio del sentimiento, como un medio para regirlo. A toda edad, en todas las situaciones, aún entre los animales, la música consuela, regocija, conmueve agradablemente.
El sembrador une su voz rústica al silbido del pájaro pequeño, su alma se expande, sea que él cante sus amores, sus deseos o sus desgracias, su trabajo, y con ello el fardo de sus penas se encuentra aligerado. No debemos, por tanto, proscribir la música, esta tierna compañera del ser humano emocionado, esta inspiradora del sentimiento. Que aumente ella aún el número de sus goces y que saboreando a pequeños sorbos todos los encantos de la melodía, el individuo se convenza más íntimamente de las delicias del sentimiento, de la felicidad de la vida campestre, de la inocencia de la primera edad.
Si las naciones tienen el sentimiento depravado, todos los absurdos encuentran crédito, todos los crímenes encuentran defensores. Religión, legislación, moral, derechos, todo es un caos. Que todas nuestras instituciones no tiendan sino a depurar de toda introducción extraña a este sentimiento de la conciencia, y él sabrá conducir a los individuos a la virtud y a la felicidad. Nada de código moral, nada de catecismo de probidad; esto no es más que palabras que es preciso enseñar a los pueblos; el sentimiento natural es el que hay que impedir que se corrompa.
sábado, 4 de octubre de 2008
El Beso: Una cópula de primer grado
Los besos... Un beso es un impulso del amor, una señal de cariño, de amistad y de respeto; la caricia suave y cálida que representa el roce de los labios. La unión de las bocas atomiza toda la comunión que enriquece a dos vidas y que enriquece a la experiencia. ¿Te has puesto a evaluar de qué modo la emoción, la ilusión y la energía, nacidas de la unión, enriquecen e influyen a diario, aún a las realidades que, en teoría, deberían contradecir?. Esto sólo es posible porque entre dos personas existe el amor, cuando avanzan cada día, en comunión, y la marca de ese paso se convierte en indeleble en el alma, y vibra por la intensidad y la grandeza de los besos.
¿Cuánto no se puede escribir acerca de los besos y su mágico efecto?. Te lo había dicho ya: La cópula comienza en los besos. El impulso amoroso focaliza la fuerza del instinto en la boca. El roce de los labios representa la primera de las caricias que contiene a la piel, la tersura de la mucosa labial y el primer paso hacia las entrañas del ser amado. De qué manera trastorna a los sentidos en un goce infinito la suavidad, la calidez y la humedad que une a dos torrentes conectados por la pasión y dirigidos por el amor y el cariño.
Y comienza la cópula de primer grado, fabulosa, emocionante y cada vez más intensa. Como toda cópula, la unión y el intercambio se complementan con la proximidad exigente, las caricias desatadoras de sensaciones, los abrazos que pretenden la ocupación de un mismo espacio y el roce de los rostros que desata con su calidez a los aromas que crean una atmósfera de amor cada vez más exigente. La intensidad crece y la unión bucal se intensifica: las mandíbulas fervientes establecen un ritmo lleno de sincronía con los labios hechizados de avidez y con la sensibilidad multiplicada que sirve de motor a la cálida humedad en la que viaja el aliento.
Piel, labios, lengua, encías, paladar, saliva; todos ellos buscan a su pareja en la boca del otro. Y hasta los dientes participan con gran emoción que –de manera sutil—también acarician, con su naturaleza, a los labios intensos y apasionados del amante, a veces provocando heridas gozosas y dolores llenos de pasión y emoción que se imprimen en los labios y que viajan con uno, por horas y horas, después de que el beso ha cesado.
Y el resultado de esta cópula de primer grado es el aliento conjunto; los suspiros nacidos de la unión y la catarata orgásmica que se derrama en todo el cuerpo despertándolo a la excitación que, como fuego recorre las venas, desata cálidas humedades y sensibilidades extremas en todo el cuerpo; el cual, acariciado por manos apasionadas que acompañan al beso, provocan esa exhalación convertida en suspiros que, como indicadores de la presión apasionada, desata a las manos y apresta a la piel a ser tomada presa de los alfileres de fina cabeza y por duendes de erótico origen, en caminos a la cópula de segundo grado.
Este es uno de los hechizos del amor. Más allá del extrañamiento y la nostalgia, legítimos pero excesivamente emocionales, la mezcla entre espiritualidad y corporeidad la da el contacto físico aderezado de emociones y sentimientos que lleva a la unión y que matiza todo el tiempo y espacio con su sortilegio vibrante que captura a los cinco sentidos y los dota de una memoria despierta al servicio de la evocación.
jueves, 25 de septiembre de 2008
Las modas sociales son parte de la cultura de los pueblos. Representan corrientes de reconocimiento e integración que influyen en distintos ámbitos de la organización social. Desde los usos del lenguaje y los modales, hasta la vestimenta y los hábitos alimenticios, las modas marcan épocas y determinan parte de la marcha de la humanidad. Los opulentos cuerpos de la posguerra, las largas cabelleras de los 60´s. y el culto al “fitness”, hace 20 años, son algunas de las modas que la sociedad ha adoptado en las últimas cinco décadas.
Actualmente, nos enfrentamos al terrorismo de la delgadez y del acercamiento a la naturaleza luego del terrorismo antinatural, abanderado por la comida chatarra cocinada en microondas. Detrás de todo esto hay una ideología. Nada escapa al movimiento global de la humanidad, ni escapa a los fenómenos políticos. El modelo propuesto de delgadez define el concepto actual de la belleza. Del mismo modo, los eventos que transforman la estructura social transforman la visión de la belleza. Como fenómeno social, la representación de lo bello cambia de acuerdo con los procesos que marcan la historia mundial, traducida en eventos culturales que validan su resultado.
En la sociedad actual, esa validación se efectúa a través de métodos audiovisuales, ya que la imagen populariza la ideología y carga con los prejuicios en uso. Cuando una sociedad quiere imponer un cambio, un modelo de vida a un conjunto de la población, la imagen reina.
La representación de la mujer a través de la historia ha sido siempre un asunto de hombres; se establece la imagen que el hombre define y que se trata, además, de la mujer de la clase dominante. Se hace menos una descripción que un modelo al cual hay que someterse, una especie de arquetipo estético: opulenta o delgada, seguida de una noción ética: bruja o santa; y el canon social: esclava o liberada, y el paradigma vestimentario: oculta o revelada.
Una vez que todo se ha desmoronado: las ideologías, los superhéroes, la lucha de clase, los valores, sólo queda un absoluto colectivo: la belleza. El cuerpo se ha vuelto un templo. Pero la representación de la belleza siempre ha sido coercitiva, una especie de cárcel. En estos términos, la gloria actual resulta superficial y vacía. Las mujeres “bellas” de hoy, son huecas y sin personalidad: la imagen de la belleza del nuevo siglo no tiene nada.
¿Cómo soñar si el cine ya no produce mitos?. No importa el vacío sideral de las mujeres bellas de nuestros días, pero gravitan al encuentro de tres valores básicos de la globalidad: Belleza, Dinero, Éxito. El culto narcísico del cuerpo es uno de los rasgos esenciales de la postmodernidad en donde lo importante es parecer y seducir; en lo cual juega un papel trascendente el imaginario masculino. ¿Acaso ese mundo de mujeres bellas, ese pozo de deseos, los salva de su propia realidad?.
Las chicas bellas de hoy no son sólo modelos, se presentan como la punta de la civilización, la quintaesencia de nuestra sociedad de espectáculo y consumo. Frente a la realidad que es la muerte, el sufrimiento y la violencia, las mujeres bellas ocupan el lugar de lo imaginario, el reverso de la moneda. Son serenas, marmóreas; ninguna certeza puede ser contestada en ellas; son la manera fácil de huir de un mundo demasiado agresivo, de olvidar el desempleo, las preocupaciones, el Sida. Son un tipo de opio.
Lo que “fascina” de las mujeres bellas de hoy es el gran dinero que ganan. En estos tiempos de angustia profesional parecen ser un contra modelo; no tienen patrón, no tienen oficina, no tienen obra, parecen tener una formidable libertad. Y dado que el dinero está bien parado en la lista de los ideales colectivos, ¿acaso no es esto el “éxito” de la globalización?. Las mujeres bellas de hoy han guardado el gusto por el dinero, pero nada más. Su tiempo se mide en dólares y en el espacio mediático que ocupan, pero jamás por el nivel de emoción que suscitan en el imaginario; aquí no hay emoción, sino sugerencias absurdas. Dramáticamente, estas mujeres bellas se fabrican en serie y, una vez capturadas, hay que popularizarlas. Todo es falso en este universo pretendidamente artístico, donde hay que seguir las opiniones de otros, que se reproducen “ad infinitum”. Su característica es la finitud, todo se acaba pronto y hay que producir nuevos modelos sin cesar. Hay algo de trágico en ese mundo.
Nuestra civilización han mantenido una relación muy ambigua con el entorno femenino; esa ambigüedad ha ido dando tumbos en esquemas de valoración, traducidos en modelos de aceptación y preferencia, lo cual aplica en una génesis de la vanidad y el reconocimiento, en ambos sexos, con un resultado que va del maquillaje a los adornos corporales. En la antigüedad, había que pintarse para ser reconocido; el que se quedaba en estado de naturaleza no se distinguía de la bestia. Aquí y hoy, como ayer y allá, hay que pintarse, remodelarse, mutilarse, tatuarse, torturarse; es decir, volverse monstruo para dejar de ser bestia. Los tratos que se infligen las personas, las mutilaciones, tatuajes, liposucciones, etc. son preocupaciones confundidas entre eróticas, fetichistas, estéticas, religiosas, jerárquicas; constituyen una obsesión de nuestros días que genera al cuerpo objeto, al cuerpo rompecabezas. Hay en todo esto como una negación de la muerte que cuestiona la memoria, cuestiona la vida y cuestionan la naturaleza. Es la emoción creada y la emoción negada.
Y sin embargo, al final, más allá de las consideraciones temporales, culturales, estéticas o sensacionalistas, de los rasgos, la complexión y la raza, hay una verdad innegable: No existe fealdad en un rostro cuyos rasgos expresan las posibilidades de la pasión y la imposibilidad de la mentira. Esta es la belleza verdadera y poco tiene que ver con la historia de las modas y sus fundamentos estéticos, ideológicos y comerciales.
martes, 13 de mayo de 2008
En nuestros días, las sociedades corrompidas tienen el sentimiento natural pervertido por la pobreza y el enojo, o por las desviaciones de una imaginación desenfrenada. La superstición es, frecuentemente, su enfermedad. El entusiasmo es una conmoción violenta en ciertas personas. El entusiasmo es el delirio de la razón, como la superstición es la depravación del sentimiento. Es necesario comenzar por establecer el sentimiento natural, porque si éste está pervertido, la razón se extingue, se transforma. El prejuicio, la mentira, la reemplazan y el ser humano se pierde sin remedio.
Con los sentimientos naturales y una lógica sana, la razón brota pura y casta; el sentimiento natural no hace sino ayudar a desarrollar la lógica, no hace sino fortificarla, de modo que no pueda ilusionar al individuo ni perderlo entre sus cálculos.
Para fomentar esta dinámica entre la razón y el sentimiento, es necesario un ejercicio de expresión, una libertad de pensar, entera y absoluta; y una libertad de hablar y de escribir todo lo que no hiera el orden social es el fundamento de la moralidad, de la libertad y de la felicidad individual. El derecho natural no debe estar limitado más que por una ley precisa, y esta ley no debe prohibir más que los actos directamente contrarios a la sociedad.
Sin libertad no hay ni energía, ni virtud, ni fuerza. Sin energía, sin razón, sin virtud, sin fuerzas, no hay sentimiento ni razón natural; no hay, absolutamente, felicidad. Por la constitución moral, el sentimiento goza de todo el desarrollo de que es susceptible. El hombre se identifica con la mujer, se retrata en sus hijos, se expande en la amistad, goza de la naturaleza, vive la vida de su país, de la felicidad de los suyos. Por la constitución moral, la razón gradúa el calor del sentimiento, le asegura su duración, lo ilumina, contiene la imaginación y determina al individuo cuál debe ser su conducta externa. Por la perfección moral, el humano se perfecciona, goza de la perfección. Aconseja, prevé, disfruta de su utilidad de su previsión. He aquí las leyes de la constitución u organización humana. Gozando se le ve feliz.
La ambición, la avidez de riquezas, el amor o toda otra pasión que se apodere del individuo, hieren de muerte al reposo, o, al menos por un tiempo, a la felicidad. La pasión violenta desordena el orden de la constitución natural: todos los órganos son turbados en sus funciones, caen en la anarquía. Desde este punto de vista es destructora de la libertad animal.
La pasión violenta aniquila el sentimiento dulce y sublime a la vez, de la existencia, de la amistad, de la gratitud, del tierno respeto. Entonces, la naturaleza pierde sus atractivos; la espuma densa de la efervescencia los oculta a los ojos. La pasión violenta quiere aquello a que tiende. No sufre oposiciones, en absoluto. La razón desaparece y la persona queda abandonada, sin defensa. Pero la pasión aún no queda contenta: llama en su auxilio a la imaginación desarreglada que, altiva y gozosa de la humillación de su enemiga, la razón, se apodera de su víctima para atormentarla con todo tipo de males. La felicidad es, entonces, incompatible con una pasión violenta, puesto que ésta es destructora del orden animal, del sentimiento y de la razón natural.
La ambición es, como todas las pasiones desordenadas, un delirio violento e irreflexivo que no cesa sino con la vida. Todas las pasiones violentas son insaciables; la imaginación es la que quema nuestra sangre, la que irrita nuestra disposición para conmovernos, la que produce la inquietud... Observen las grandes pasiones: verán en ellas los mismos síntomas. ¿De dónde vienen las pasiones desordenadas?: de la privación de los goces naturales. Privado de los goces naturales, el fuego del sentimiento carece, en absoluto, de curso: fermenta y produce la pasión; y la imaginación, verdadera Caja de Pandora, receptáculo de todos los vicios, viene a desarreglar todos sus apetitos.
He aquí nuestra historia: dominen sus pasiones desde su origen o serán dominados; en esto no hay términos medios. Las tempestades del océano son preferibles a la estupidez absoluta, al libertinaje envilecedor.
El hombre virtuoso es quien desea triunfar impulsado por el sentimiento puro de contribuir a la felicidad pública; quien se siente con valor, con firmeza y con talento. Dominará la ambición en lugar de ser dominado por ella y desde ese momento podrá gozar del sentimiento y de la razón; gozará siempre de la libertad moral.
Hacer la propia felicidad y contribuir a la de los demás, es el único culto digno del Eterno... Vivan, entonces, felices por su interés y para agradar a la Naturaleza, creadora de este universo. No se dejen seducir jamás por la avidez ni por la pasión violenta, para poder, así, sentir y razonar. Vivan conforme a su naturaleza; sientan y razonen según el sentimiento y la razón natural, y serán felices.
domingo, 27 de abril de 2008
La razón es la perfección por medio de la lógica. La lógica es la facultad que nos lleva a comparar. Hay verdades que sólo el sentimiento puede demostrar: son las verdades de los sentimientos. Hay verdades de lógica pura: todas las verdades matemáticas, por ejemplo. En las ciencias morales, una verdad del sentimiento desarrollada por una lógica natural da por resultado la razón, o una serie de verdades que perfeccionan a la sociedad y que prescriben reglas de conducta.
Hay una lógica universal, común a todas las naciones, a todos los siglos. La razón es como la verdad, como el sentimiento natural. Es preciso no confundirla con el prejuicio ni con la mentira. La razón es precisada por el sentimiento, del cual es la regla. El sentimiento es ardiente, vivo, precipitado. La razón se forma en la calma de las pasiones: ¿Llega la tempestad?. Entonces la persona recuerda resultados, principios de los cuales está imbuido, se modera y se guía.
Todo es posible a los ojos del sentimiento; de ahí esos fantasmas que la imaginación agiganta hasta lo infinito y que sólo la razón puede desvanecer. Lo que en realidad ha sido, es lo que és a los ojos de la razón. Lo que es, es lo que ella concibe posible. El humano no debe entregarse al impulso de sus sentidos sino en tanto le sea preciso para su conservación animal. Por el sentimiento gusta de los verdaderos placeres. La razón no sólo le asegura su duración sino, más aún, se los procura bastante vivos para merecer un lugar distinguido en el repertorio de sus gustos.
Todos los goces de la observación pertenecen a los de la razón. Por ellos, el ser humano se perfecciona. Un acto de perfección es un acto de fuerza, de poder. De ahí que el sentimiento de su excelencia impresione en tal caso agradablemente al individuo, y éste goce.
Por medio de la razón se prevé y se aconseja. La razón traza nuestros deberes y modifica el sentimiento de nuestros derechos; la razón prevé el futuro aprovechando el pasado. Si el sentimiento hace nacer a la sociedad, la razón la mantiene aún. La razón se desarrolla en el sentimiento natural y engrandece al alma.
El sentimiento solo, nos lleva a la virtud; el sentimiento exaltado por la razón nos lleva al heroísmo. Esta fuerza indomable, esta calma inalterable, es la perfección de la sabiduría. Si el estoico desprecia a la muerte, si aprecia el dolor, si lo sobrepasa y si lo desprecia al mismo tiempo, es por la fuerza de la razón. Si apaga en su corazón todos los sentimientos para dar curso solamente a los de la fuerza y la virtud, si no da nada a los sentidos, a la imaginación, al azar; si todo es en él fruto de la filosofía y de su deber, su vida es el reinado de la razón.
lunes, 31 de marzo de 2008
El desarrollo desvinculado de los valores naturales genera concepciones erróneas y contrarias a la lógica de la Naturaleza y, por ende, a la lógica de la especie. Ello trae consigo un desorden interno y una confusión que confronta a los valores sociales con la tendencia natural al bienestar. Como resultado, una imaginación desarreglada es la causa, la fuente de todos los males de la especie humana.
El individuo desdichado y caprichoso no puede ser bueno. La rebelión contra los decretos de la naturaleza conduce al desorden, a la disipación menos reflexiva, y muchas veces a la hipocresía. La inquietud, el disgusto, la enfermedad, la muerte desoladora de la soledad, son la herencia de quien no cumple con las leyes esenciales.
Por eso es que, en las sociedades actuales, es necesario que no haya más autoridad que la ley. La seguridad de todos, la felicidad individual, dependen de la disposición del Código Penal; que la ley sagrada de los jurados reales sea adoptada. Si la felicidad y la libertad mismas vinieran a la tierra no dictarían, absolutamente, otra ley.
Nacemos desiguales en medios, sin duda, pero iguales en derechos. Pero si adoptan otros principios la base humana se desequilibra, languidece en la angustia y no tiene de la naturaleza, más que la apariencia.
Y como ya se ha visto, en varios momentos de la historia, si las naciones tienen el sentimiento depravado, todos los absurdos encuentran crédito, todos los crímenes encuentran defensores. Religión, legislación, moral, derechos, todo es un caos.
Así es que, si todas nuestras instituciones tienden a destacar en toda instrucción a este sentimiento de la conciencia, y él sabrá conducir a las personas a la virtud y a la felicidad. Nada de código de moral, nada de catecismo de probidad; no son más que palabras que es preciso enseñar a los pueblos; el sentimiento natural es el que hay que impedir que se corrompa.
domingo, 9 de marzo de 2008
¿Qué es el sentimiento?. Es el vínculo de la vida de la sociedad, del amor, de la amistad. Es el que une el hijo a la madre, el ciudadano a la patria. Es, sobre todo, poderoso en el ser unido y sensible a la naturaleza. La disipación y los placeres de los sentidos embotan la delicadeza; pero en el infortunio, el individuo vuelve a encontrarla siempre: este agente consolador no nos abandona enteramente más que con la vida.
¿No queda clara esta explicación?. Sube a uno de los montes más altos, observa al sol elevándose gradualmente, llevar el consuelo y la esperanza a la cabaña del labrador. Que el primer rayo que lance sea recogido en tu corazón. Recuerda bien las sensaciones que disfrutarás. Desciende a las orillas del mar; observa el astro del día en su caída, precipitarse con majestad en el seno del infinito: la melancolía te dominará y te abandonarás a ella. No te resistas a la melancolía de la naturaleza.
Extravíate en el campo, refúgiate en la sencilla cabaña del pastor; pasa ahí la noche, acostado sobre pieles, con el fuego a los pies. ¡Qué momentos!. La media noche llega; los animales de los alrededores salen a pacer; su balido se confunde con la voz de sus conductores: es media noche, no lo olvides. ¡Qué momentos para entrar en ti mismo y meditar sobre el origen de la naturaleza, gustando las delicias más exquisitas!. No es absolutamente humano quien no haya gustado la dulzura, la melancolía, los estremecimientos que inspiran la mayor parte de estas situaciones.
Pero en la vida de diario parecen haberse perdido estas conexiones con el planeta. No son pocos quienes se quejan de la naturaleza, y se preguntan por qué hemos nacido!. Y sufren con impaciencia los males pasajeros. Asimismo, el ser humano considera hermoso rodearse de todos los bienes de la fortuna; sin embargo, en el momento en que sus sentimientos huyen de su corazón, el aburrimiento se apodera de él; la tristeza, le negra melancolía, la desesperación, se suceden, y si este estado perdura, se da la muerte.
Por el sentimiento, gozamos de nosotros mismos, de la naturaleza, de la patria, de las personas que nos rodean. Nos hace conmovernos ante el aspecto de las diversas alternativas de la vida. Nos transforma en amigos de lo bello, de lo justo, nos subleva contra el opresor, el miserable, el idiota y el malicioso. El mismo sentimiento nos inspira la Simpatía; ¿alguien te inspira respeto, confianza?. Son el respeto y la confianza del sentimiento.
Puesto que para ser feliz es preciso sentir; puesto que el sentimiento es la conmoción que nos afecta tan deliciosamente ante las perspectivas variadas de la naturaleza; puesto que el sentimiento que nos une al país, nos inspira el amor, la amistad, la gratitud; puesto que es el vínculo que une al humano a la inteligencia superior, al individuo a la sociedad, la persona a la persona; en consecuencia, por él y para él vivimos. Por tanto, se debe buscar, sobre todo, desarrollarlo, hacerlo crecer según el impulso del bien natural. Evitarás los obstáculos de todo tipo que lo apagan y destruyen, y hacen del hombre un ser ficticio, secundario, instrumento de otro y, a partir de entonces, de su desgracia.
Pero, ¿qué sentimientos se le deben inspirar?. Los de la naturaleza. Una pareja es necesaria al juego de nuestra organización biológica; pero lo es mucho más para la satisfacción del movimiento. Es la compañía de la naturaleza, hecha expresamente, modificada expresamente; que la reciba, por lo tanto, como tal y que, identificándola con su ser, llegue a serle inseparable. Que su corazón se expanda en su otro yo. Cuanto más fuertes sean contra los deseos desordenados, uno y otro serán más sensibles a los encantos de la vida. La dulzura de la unión corregirá las severidades de la quimera, hará más tierna la melancolía, los goces más variados, el sentimiento más abundante y más fértil aún.
lunes, 4 de febrero de 2008
En la lógica de la especie, adaptada a la vida social, después de la inconciencia de la infancia, viene el despertar de las pasiones: el hombre elige entre sus compañeras de juegos a la que debe serlo de su destino. Sus brazos vigorosos, de acuerdo con sus necesidades, piden trabajo y una oportunidad para desarrollarse, de acuerdo con sus aptitudes, guías de su vocación.
Se contrastan intereses y necesidades contra estructuras y posibilidades: se hace evidente que se debe proveer de lo necesario. Es preciso alimentar, albergar y proporcionar sustento a una familia entera. Comienzan los problemas de la mantención: el pan faltará, el corazón se romperá a cada instante; la sensibilidad se rebelará; la razón se ofuscará: “¡oh, qué vida!. Viviré abatido, miserable, quizá pordiosero: ¡viviré desgraciado!. ¿He nacido para esto?”.
En busca de una explicación lógica, se busca, entre otros, al sacerdote depositario de la confianza y se expone las dudas; y el sacerdote responde: “Hombre, no reflexiones jamás sobre la existencia de la sociedad... Dios conduce todo, abandónate a su providencia... Esta vida no es más que un viaje... Las cosas son aquí hechas por una justicia cuyos decretos no debemos profundizar... Cree, obedece, no razones y trabaja: he aquí tus deberes....” Pero un alma altiva, un corazón sensible, una razón entera, no pueden quedar satisfechos con esta respuesta. Las dudas y las inquietudes aún la acosan. Se busca a los sabios más instruidos, encontrando en ellos respuestas similares, en las que la injusticia y el rendimiento a ultranza encuentran justificación y dictan visiones distintas a las del sentido común.
Se manifiesta entonces el mecanismo de las sociedades, en contraposición a la tendencia natural inspirada por la justicia y la igualdad. Es la trama de la competencia, de la sobrevivencia, que destapa el lado contrario a la lógica del bienestar y la tranquilidad, como requisitos de vida. Sin embargo, el carácter sagrado de la naturaleza se haya trazado en ti con toda su energía: consérvalo siempre para vivir feliz y fuerte. Para vivir es preciso sentir y razonar, y, en consecuencia, no estar dominado por la necesidad física.¡La familia y los amigos son los mejores elementos para llenar la vida del corazón!. ¡Cuídate solamente de la avidez de las riquezas!. Las riquezas no influyen en la felicidad, sino en tanto nos procuraron o nos niegan lo físicamente necesario. Pero si tienes lo suficiente y el hábito del trabajo, debes saber gobernar tu imaginación. Entre un alma ardiente y una imaginación desarreglada no hay sino que poner la razón de por medio.
La felicidad está especialmente en la posición y en el estado de equilibrio, porque es el de la razón y el sentimiento. Hay que ser humano, pero serlo de verdad: Vivir dueño de sí: sin fuerza no hay virtud ni felicidad. Estos sentimientos valores sólo los reúne la Naturaleza para el beneficio y la consolación de la especie.
La persona a quien las leyes no han dado la oportunidad de ser feliz, el individuo que no tiene interés en el mantenimiento de la ley civil, es el enemigo. Por eso ha sido preciso, en el desarrollo de las sociedades, asegurarle una porción de propiedad a fin de interesarlo; y a falta de esto, fue preciso excluirlo como a un ser envilecido, embrutecido, y por ello incapaz de ejercer una parte de la soberanía... He aquí una razón política, sin duda. Pero es aquí donde comienza la larga cadena de injusticias e inequidades. El hombre feliz es el único digno de la Naturaleza. Se trata de recuperar la lógica vital de la Humanidad, como especie: los elementos y las condiciones que, como parte del planeta, el ser humano plantea y requiere para su desarrollo natural: el estado de Felicidad.
Sin pareja, no hay salud ni felicidad. Que el humano aprenda que su verdadera gloria es la de vivir como humano; que a su voz se callen los enemigos de la naturaleza; que el ministro de la más sublime de las religiones, que debe llevar palabra de consuelo al alma entristecida del infortunado, conozca las dulces emociones de la efusión; que el néctar de la delicia lo transforme en sinceramente penetrado de la grandeza del autor de la vida, como verdaderamente digno de la confianza pública, y será el hombre de la naturaleza y el intérprete de sus decretos. Que escoja una compañera: ese día será el verdadero triunfo de la moral, y los amigos verdaderos de la virtud lo celebrarán de corazón; el sacerdote sensible bendecirá los tiempos de la razón gustando las primicias de sus beneficios.
lunes, 21 de enero de 2008
Notas para una teoría del “Aquí y Ahora”
El tiempo transcurre. La vida fluye. Los cambios son parte de una vida en desarrollo. Todo ser vivo debe, entonces, fluir, alcanzar etapas, cumplir metas y seguir en el camino. Resistirse a cambiar, intentar aferrarse a ideas, cosas, o personas, equivale a intentar vivir sin respirar o detener el cauce de la vida que fluye. Existen dos partes complementarias de la naturaleza humana: la sabiduría intuitiva y el conocimiento práctico, la contemplación y la acción social. Desde esta perspectiva, los seres humanos realizados se hacen, sabios por su quietud y exitosos por su movimiento.
A estas alturas del desarrollo humano, sociedades e individuos deben comprender con certeza su lugar en el mapa cósmico de la Naturaleza. Junto con los adelantos tecnológicos del nuevo siglo, la conciencia reclama el lugar que le corresponde al silencio y al pensamiento para equilibrar las políticas del miedo y el rendimiento que rigen la vida de diario. Se trata de un asunto de intuición y de valor, de confiar en la fuerza interna que nos une con el fluir de la vida. Si el ser humano no puede confiar en sí mismo, en su propia naturaleza, entonces no puede confiar en nada ni en nadie; acaso esta es la causa de la gran confusión que reina en la vida de las sociedades modernas.
Hay que confiar en la naturaleza, humana y no humana, ya que es la misma, con su bien y su mal, con su bondad y su egoísmo. Pero para eso hay que recuperar y/o fortalecer los elementos que, en nuestra personalidad, nos permitan observar, comprender y afrontar la vida cotidiana, de manera más espiritual; esto es, guiada por la reflexión y la sensibilidad. Esa personalidad propuesta por el sentido común debe ejercer la sencillez, la humildad, el silencio, la compasión y, en general, el rechazo a tomar en serio la agresividad, la codicia y la presión. ¿Cómo podemos alcanzar una personalidad similar?. Una ruta es enfocar cambios de actitud en la vida de diario, para alcanzar un estado de tranquilidad y visión personal llena de certeza. Esos cambios de actitud pueden denominarse: “Axiomas para vivir en el Presente”:
La Calma-Dominio
Una vez que la persona ha logrado tranquilizarse en su interior, puede dirigirse hacia el mundo externo. Ya no verá en sí la lucha y el torbellino de los seres individuales, y poseerá la verdadera quietud necesaria para comprender las grandes leyes del acontecer universal y el modo apropiado de actuar. Quien actúa partiendo de esta posición, no cometerá ninguna falta.
La Tranquilidad (Aquí y Ahora)
“Aquí y Ahora” para no olvidar que se vive en el presente y no perderse recordando lo que ya sucedió e imaginando lo que está por suceder. Porque aunque no se experimente el presente, se vive el presente porque el aquí y ahora es lo único que hay, aunque escurridizo; porque no es estático, cambia. Uno debe cambiar también para sintonizarnos con el presente. Para cambiar se necesita practicar la simplicidad, la no interferencia, el desinterés, la quietud.
Por lo general, no nos damos cuenta de la tremenda contradicción que existe entre nuestros pensamientos y palabras, que tratan de ideas fijas, y la constante transformación de todas las cosas. Tal parece que nos hemos impuesto la tarea imposible de extraer fijezas del desarrollo. Nos olvidamos de que las palabras y los pensamientos no son el hecho real, sino símbolos o sonidos e imágenes que significan algo pero que no lo son. Tomamos el mapa por el territorio. Las palabras se utilizan para transmitir ideas; cuando las ideas son captadas, las palabras se olvidan.
Conexiones
Es lógico pensar que si todo es parte de todo (Holismo), que todo está interrelacionado, nosotros, como seres humanos, también lo estemos entre nosotros mismos. El estado de mente receptiva o abierta nos permite los pensamientos y las vibraciones, agresivas o positivas, de las personas, lo cual nos permite, en muchos casos, controlar la situación, ejerciendo el control sobre nosotros mismos.
Lugares de poder
El medio en donde te encuentras afecta definitivamente tu vida. El lugar donde decidas vivir puede definir tu vida o tu muerte. Hay personas que son atraídas no sólo por una ciudad sino a lugares específicos dentro de ella, con base en los valores e intereses que puedan tener. Lo ideal es que puedas vivir en un espacio que te de fuerza. Por eso es necesario que desarrolles la sensibilidad, para poder descubrir cuál es el sitio que te dará el poder del bienestar.
Sentido del humor
Para poder reír verdaderamente, es necesario soltarse, dejarse ir. La capacidad de tener sentido del humor, aún en situaciones peligrosas, te permite estar relajado y actuar con armonía. El humor es el antídoto para la ira y puedes, incluso, evitar un enfrentamiento, si eres provocado.
No al miedo
Desprendiéndose del miedo se puede cambiar la vida. El miedo contrae los músculos, altera la voz y crea pensamientos de inseguridad. Es bueno relajarse cuando se siente miedo. El miedo hace huir de las situaciones que presenta la vida y, por lo tanto, impide realizarse como ser humano. La manera de abrirse camino es abordando las situaciones, usando la sabiduría intuitiva para ir superando los obstáculos.
Cuando una persona pretende intimidar tratando de imponerse sobre los demás, lo más probable es que esta persona sea víctima del miedo y que su actitud sea sólo una forma de esconderlo. En este caso, lo que se debe hacer es utilizar la misma fuerza agresora y hacerla regresar a su lugar de origen, para que el agresor acabe siendo afectado por su propia acción. Otra manera de vencer al miedo es no sentir odio hacia nadie.
La madre del mal es la ignorancia. Quien actúa con maldad es porque no sabe; por lo que hay que tener compasión por los ignorantes-maliciosos. Cuando se tiene razón, cuando se actúa correctamente, con responsabilidad, se cuenta con la fuerza de la razón y, en la mayoría de los casos, la fuerza estará de su lado. Es preferible valernos de nuestra intuición porque el miedo no nos ayuda a desarrollarnos, sino que nos bloquea el flujo de energía
El miedo también se vence con el Amor, el cual desbloquea y relaja. De este modo, el miedo se disuelve y uno descubre que una gran parte del temor es puramente psicológico, imaginario.
Dejar las cosas en su lugar
No interferir significa asumir una actitud receptiva en la vida. Receptividad significa no interferencia y esto indica no imposición. Es decir, no pretender imponer, por ejemplo, puntos de vista o formas de ser, a otros. Las cosas se deben dar suaves y sin forzarlas, ya que si se tiene que presionar algo para que suceda, sólo indica que todavía no es tiempo para esa acción. Es mejor seguir y dejar que las cosas maduren solas; así se evitará forzarlas y esforzarse innecesariamente.
La Humildad
La humildad indica sabiduría y no puede existir la sabiduría sin humildad. Se tiene que aprender a bajar la cabeza, no en forma servil, sino con una actitud flexible y receptiva ante la vida, sin querer imponerse. Aceptar lo bueno y lo malo que ofrece la naturaleza por medio de sus ciclos: de frío, de calor, de lluvia y de sequía, mediante los tiempos de abundancia y de carencia. La humildad sola no servirá de mucho si no se acompaña de las otras prácticas como el desapego, la sencillez, el desarrollo de la intuición, la compasión, la austeridad, etc... ya que todas estas forman un todo, una disciplina que con el tiempo se debe transformar en un modo de vida.
La no violencia
¿Se perciben claramente las sensaciones y la tensión que se sienten cuando se piensa en un enfrentamiento de tipo físico con alguien?. Aún el conflicto verbal es muy desagradable. Se repele el conflicto sólo de pensar en él.
Las ideas incorrectas causan contradicciones en la vida porque llegan en un momento en el que se entiende que las cosas no son como se nos han enseñado. Por eso es necesaria la relajación y/o la meditación, para volverse cada vez más intuitivo. Si se aprende a confiar en los mensajes de la intuición, se evitará causarse daño y causarle daño a los demás. Causarte daño a sí mismo va, desde los excesos de todo tipo, hasta las tensiones y las presiones constantes. También se puede uno hacer daño mediante la crítica y la culpa. Sin embargo, cualquier forma de daño es innecesaria.
Si se desechan los pensamientos y las acciones perjudiciales, uno comienza a quererse y a respetarse más. Luego de que ocurra este cambio en nuestro interior, el segundo paso será extender esa autoestima hacia los demás volviéndose un ser compasivo hacia toda la vida que nos rodea. Al alcanzar este grado de sensibilidad, lo más probable es que uno se vuelva vegetariano. Después de dejar atrás el condicionamiento y abrirse a sentimientos más profundos, se descubre que toda vida es sagrada. No se debe temer abrir la mente y el corazón a la propia y natural gentileza.
Estar o Ser centrado
Estar centrado significa estar relajado física y mentalmente, emocionalmente en paz, espiritualmente alerta. Estar centrado requiere conocerse a sí mismo. Significa ser una persona espontánea y, por ende, impredecible. Pero no es suficiente estar relajado, en calma y alerta. Se necesita percibir el ritmo interno que de manera espontánea dirige las acciones y las reacciones. Tener confianza en la naturaleza le permite a uno funcionar como se debe, en cada situación.
Ni la mucha experiencia ni lo muy planificado puede brindar verdadera garantía de nada, así es que hay que ser espontáneo. Dejar que los esquemas mentales sobre la realidad se disuelvan, y sentir el sol en la cara, el viento en el pelo, el agua en el cuerpo, la tierra en los pies y la paz en el corazón.
Vaciarse
Hay que dejar que los pensamientos se aquieten, tal vez por medio de la meditación o caminatas por la montañas o un parque, para ayudar a que la ansiedad y la constante actividad vayan disminuyendo. Recordar que no se va a ningún lugar y que el futuro no existe. Lo real es el aquí y ahora, el eterno presente. ¿Cuál es el apuro?. Se busca la serenidad y la calma. Mientras más vacío y depurado se esté, más se percibirán los mensajes de la intuición que van llegando como llegan las olas del mar a la playa. La vacuidad, la tranquilidad, lo insaboro, el silencio y la no interferencia son las raíces de todas las cosas.
Desapego (clave de la libertad)
El universo se transforma constantemente. Resistirse al cambio es inútil y frustrante. Para vivir en armonía y sin esfuerzo se necesita fluir con los cambios que la vida presenta. La alternativa es el sufrimiento. El desapego ayuda a desechar toda la carga innecesaria, quedando uno libre para dejarse llevar. Los apegos afectan todo lo que se hace. Cualquiera que sea el apego, nos esclaviza.
Mientras más apego, más dependencia; mientras menos apego, más libertad. Es sencillo de decir pero difícil de llevar a cabo. Los apegos nos controlan. Nuestras ideas determinan quiénes son nuestros amigos, donde vivimos y todo lo demás que hacemos. Sólo cuando uno se suelta de lo que piensa que sabe y de lo que piensa que posee, cuando uno se deja llevar y se sintoniza con la fuerza, entonces comprende que vale más ser libre que estar apegado; de alguna manera, dependiente.
Tomar camino
El mejor camino (camino sagrado) es el que se toma con el objetivo de vencerse a uno mismo, para poder obtener la liberación. En la medida que uno se desprende de cosas y apegos, se vive menos preocupado y ansioso; al sentirse mejor se puede hacer sentir mejor a quienes nos rodean. Sin impulsos ni obsesiones, sin necesidades, sin atracciones, la vida está bajo control, y se es una persona libre.
Sabiduría intuitiva
Al dejarse llevar por la intuición, la vida será una aventura, prácticamente sin esfuerzo. El primer paso para permitir que la intuición dirija la vida es saber cómo utilizar la “lógica”. La llamada lógica sirve para hacer transacciones y trámites, utilizar un mapa y estudiar; o sea, operaciones que encajan dentro del sistema lineal y mecánico. En cambio, para las cosas verdaderamente importantes de la vida, se debe confiar en la intuición. Uno de los fracasos en el uso de la lógica, cuando vamos a tomar una decisión, es que ésta nunca tiene suficiente información para tomar la decisión correcta. La intuición sí la tiene. Por eso sí sería “lógico” guiarse por la intuición.
Cuando la parte consciente de la mente está relajada, puede abrirse a la intuición; pero cuando trata de controlar eso que se recibe intuitivamente, la conexión se rompe. De hecho, cada vez que conscientemente se trata de conducir la vida, de cualquier forma, la intuición se mantendrá dormida, silenciosa. La intuición constituye el canal directo del subconsciente, y el subconsciente es el que está conectado con todo, no tiene límites.
La Mente abierta
Mantener la mente abierta. La mayoría de la creencias que tenemos son meras ilusiones. Sin embargo, nos aferramos a ellas. Una actitud desapegada y receptiva es la condición necesaria para tener éxito en nuestra búsqueda. ¿Observamos la mente lo suficiente para darnos cuenta de la lucha y las contradicciones que ocurren dentro de ella?. Sólo con atención y honestidad nos damos cuenta de que dentro de nosotros existen opiniones e ideas encontradas sobre las situaciones más importantes de la vida. Y esto se debe a que no sabemos verdaderamente quién somos o quién no somos.
El universo, la naturaleza, la fuerza, no cesan en su eterna transformación. La meta es reconectarnos con ellos para poder desarrollarnos. Si la persona está llena de sí misma se le hace imposible reconectarse. Lo ideal es estar vacíos, ser humildes y receptivos, para que la energía universal pueda fluir. El compromiso de no seguir aferrados a concepciones dogmáticas es indispensable, ya que la fuerza cósmica sólo fluye y no se basa en dogmas. Hay que dejar de ver lo que se quiere ver, y comenzar a ver lo que verdaderamente es. Y checar el resultado.
El no yo es el verdadero “Yo”
Lo que llamamos “lo real” es muy relativo, ya que depende de cómo se vea o se perciba. Ninguna entidad en el universo existe independientemente porque todo es parte de todo. Lo que existe es la interrelación en donde todo existe en relación con todo lo demás. El yo separado es una invención, una fantasía. El no yo es lo verdadero, lo real. Lo único que nos queda por hacer es fluir con esa totalidad, con ese cosmos, como la gota de agua en un río.
Proyectándose
Nuestra forma de vida tiene que ver con la manera en que nos proyectamos a los demás. Las vibraciones, la energía, que emanan de uno son su proyección. Estas vibraciones no se ven pero se sienten. Por eso nos sentimos muy a gusto platicando, trabajando o conviviendo con ciertas personas y con otras nos sucede totalmente lo contrario. En el primer caso existe afinidad, en el segundo, rechazo. Este fenómeno tiene que ver con las vibraciones de cada persona. Para que exista compatibilidad tiene que haber una persona con vibración activa y otra pasiva, en alternancia; es el principio del Yin y el Yang. Es necesario que nuestra proyección influya positivamente a los demás.
Poder
La energía del universo. La depuración personal permite el flujo de esa energía a través de la unidad mente-cuerpo, sin esfuerzo. La cantidad de poder disponible en cada situación depende precisamente de cuán fácil pueda fluir la energía a través de cada uno y que no se utilice este poder con razones ego-istas. Si nos dejamos guiar por esta fuerza, con un espíritu no yoísta tendremos el poder y nada podrá hacernos daño. Para poder canalizar la fuerza que da el poder, se debe enfrentar cada situación sin premeditación, ya que cada una es diferente y amerita diferente tratamiento. Por eso, la no premeditación permite darle salida favorable a cada acontecimiento, permitiendo que se lleve a cabo, a través de uno, la acción o no acción necesaria.
Este poder universal (energía vital) es el que nutre y da vida a cada uno de nosotros. Se debe mostrar respeto a la Totalidad, por este regalo, utilizando el poder de una forma no egoísta, desinteresada. De este modo, uno descubre el bienestar personal.
Maestría
Para transitar el Camino, lo que más se necesita es la sensibilidad y la intuición, y muy poco el intelecto. La adquisición de sabiduría depende de un proceso de desaprendizaje que va siendo dirigido. Se van disipando las ilusiones y uno se va convirtiendo en un ser más natural y espontáneo, confiando cada vez más en la intuición. Se enseña más que con las palabras, con el ejemplo; vive libre y sin deseos, prácticamente sin necesidades, sin cosas que lo atraigan, con la vida en orden (orden natural), austero y sencillo. Enseña, con el ejemplo, la no violencia y el desapego.
lunes, 7 de enero de 2008
Karma, la ley infalible de la Retribución, es en suma, lo que nosotros llamamos más vagamente, y sin mucho creer en ella, la Justicia inmanente. Es una sombra demasiado vaga. Se manifiesta frecuentemente, es cierto, a continuación de actos monstruosos, de grandes vicios, de grandes desaciertos y de grandes iniquidades; pero tenemos, raramente ocasión de comprobar que trata de miles de pequeñas injusticias, crueldades, infamias, mezquindades y desconfianzas, de la existencia habitual, aunque el peso de estos yerros mezquinos y continuos, pudiese ser pesado como el de más ominoso crimen. En todo caso, su acción, siendo más esparcida, más difusa, más lenta y más a menudo moral que material, escapa, casi siempre, a nuestra observación.
Karma, es pues, la Justicia inmanente. Un Dios enorme e inevitable como el destino; que está en nosotros como nosotros en él; que está con nosotros; que no es otra cosa sino nosotros mismos; que es lo que somos, tanto como fue y será lo que nosotros mismos. Nosotros somos pequeños y efímeros y él es grande y eterno. Nada puede ignorar, puesto que ha tomado parte en todo lo que juzga; y no nos juzga desde el fondo de nuestra presente ignorancia, sino desde lo alto, desde la altura, de lo que aprendemos más adelante.
De acuerdo con uno de los postulados básicos de Karma, a la hora de nuestra muerte, la cuenta parece cerrada; más no es así; sino que está dormida y despertará. Tal vez dormiremos millares de años en un estado que prepara a una reencarnación nueva; pero al despertarnos encontraremos irrevocablemente totalizados en el activo y pasivo; y nuestra Karma prolongará simplemente la vida que habíamos dejado. Continuaremos siendo nosotros mismos y asistiendo al ensanchamiento de consecuencias de nuestras faltas y de nuestros méritos y viendo fructificar otras causas y otros efectos, hasta la consumación de los tiempos en que todo pensamiento nacido en esta tierra concluye por extinguirse.
Karma es la entidad que el ser humano forma por sus actos y sus pensamientos y que le sigue, o más bien, le envuelve. Los pensamientos construyen el carácter y las acciones su atmósfera. Sus cualidades y sus dones naturales se pliegan a él como resultado de sus ideas. Se encuentra envuelto en la tela que él mismo ha tejido. En tanto que los defectos llegan, le es posible modificarlos o devolverlos por fuerzas nuevas. Nada puede tocarle que no haya puesto en movimiento, ningún mal puede serle hecho que no haya merecido. Y en el desarrollo infinito de las eternidades, no encontrará nunca otro juez que sí mismo.
Nuestra preocupación es el acto y no sus resultados. Se debe ejecutar el acto en comunión con lo divino; o sea, viendo el Sí por doquier, renunciando a todo apego a las cosas; igualmente equilibrado entre los triunfos y los reveses. Es necesario ejecutar la acción conveniente, porque la obra es superior a la inercia y porque permaneciendo inactivo no mantendría ni siquiera la existencia del cuerpo. El mundo está sustentado por toda acción que no tiene más que sacrificio; es decir, el don voluntario de Sí, como objetivo; y en este don voluntario sin apego a las formas que el ser humano debe tener para ejecutar el acto. Es necesario ejecutar la acción con el fin único de servir a los demás. El que ve la inacción en el acto y la acción en la inacción, es un sabio entre los humanos; porque armoniza con los verdaderos principios, cualquiera que se el acto que ejecute. Una persona así, que haya abandonado todo interés en el fruto de la acción, siempre contento sin depender de nadie, aunque haciendo acciones, es como si nada hiciese, pero amerita mucho más. El sabio, pues, feliz de todo lo que le sucede, libre de contrariedades; sin envidias, ecuánime en el placer como en el dolor; en los buenos como en los malos éxitos, puede obrar sin estar ligados a nada; porque no estando apegado no importa a lo que sea, todos sus pensamientos impregnados de sabiduría y todos sus actos llenos de sacrificios son como evaporados.
Si todo se transforma, nada perece o nada se aniquila en un universo que no tiene la nada y en el que la nada permanece inconcebible. Lo que llamamos la nada no sería, pues, más que otro modo de existencia, de persistencia y de vida; y si no se puede admitir que el cuerpo, que sólo es materia, sea aniquilado en su sustancia, no es menos difícil aceptar que, si estuviese animado por un espíritu, lo que no es muy posible discutir, éste espíritu desaparecería sin dejar ninguna huella.
Tal vez con un poco de valor y de buena voluntad nos sería posible, desde esta existencia, mirar más alto y más lejos; despojarnos un instante de este estrecho y torpe egoísmo que viene hacia sí, y decirnos que la inteligencia y el bien de nuestros pensamientos y nuestros esfuerzos esparcen en las esferas espirituales, no está perdido enteramente aún cuando no sea seguro por el pequeño grupo de pequeñas costumbres y de medianos recuerdos de que gozamos exclusivamente. Si las buenas acciones que habíamos hecho, las intenciones o los pensamientos altos o simplemente honrados que hayamos tenido se adhieren y logran en una existencia en donde no reconozcamos la nuestra, no es suficiente razón para estimarlas inútiles y negarles todo valor. Concierne recordar, de paso, que no somos nada si no somos todo; y saber, desde ahora, interesarnos en alguna cosa que no sea únicamente nosotros mismos y en vivir la vida más vasta, menos personal, menos egoísta que bien pronto y sin asomo de duda, cualquiera que sea nuestra ley, será nuestra vida entera, la única que cuenta y la única a la cual sea sabio prepararnos.
Karma recompensa el bien y castiga el mal en la prosecución infinita de nuestras existencias. Pero, desde luego, se preguntará ¿cuál es este bien y cuál es este mal; cuál es el mejor o cuál es el peor de nuestros pequeños pensamientos, de nuestras pequeñas intenciones, de nuestras pequeñas acciones efímeras con relación a la inmensidad sin límites del tiempo y del espacio?. No hay desproporción absurda entre la enormidad del salario o del castigo y la exiguedad de la falta o del mérito?. ¿Por qué mezclar los mundos, los dioses, las eternidades con las cosas que monstruosos o admirables desde luego, no tardan aún en los irrisorios límites de nuestra existencia, en perder poco a poco toda la importancias que le concedemos y en borrarse y en desaparecer en el olvido?. Es cierto, más es preciso hablar de las cosas humanas, a los seres humanos, y en la escala humana. Lo que llamamos bien o mal es lo que nos hace bien o mal; lo que molesta o nos aprovecha a nosotros o a los demás y mientras que vivamos en esta tierra con la pena de desaparecer, nos será necesario darle una importancia que no tienen en ellos mismos. Las más altas religiones, las más profundas especulaciones.
Las más altas religiones, las más profundas especulaciones metafísicas, desde que se trata de moral, de evolución y de porvenir humanos, fueron obligadas siempre a reducirse a las proporciones humanas y convertirse en antropomorfas. Hay una necesidad irreductible en virtud de la cual y a pesar de los horizontes que se extienden a todas partes, conviene dirigir sus pensamientos y sus miradas.
En nuestra esfera, ¿qué es en suma este mal que castiga Karma?. Si se va la fondo de las cosas desde luego, el mal proviene siempre de un defecto de inteligencia, de un juicio erróneo, incompleto, oscurecido o limitado de nuestro egoísmo que no nos hace ver más que las ventajas próximas o inmediatas de un acto dañoso a nosotros mismos o a otros, ocultándonos las consecuencias lejanas pero inevitables que tal acto siempre acaba por engendrar. Toda la ética en último análisis, no se apoya más que sobre la inteligencia; y lo que nosotros llamamos corazón, sentimientos, carácter, no es en efecto más que la inteligencia acumulada, cristalizada, adquirida o heredada, convertida más o menos inconsciente y transformada en hábitos o instintos. El mal que hacemos, no lo hacemos más que por un egoísmo que se equivoca y que ve demasiado cerca de sí los límites de su ser. Así que la inteligencia alza el punto de vista de este egoísmo, se extienden los límites, se ensanchan y concluyen por desaparecer. El terrible, el insaciable yo que nos oculta la cara del abismo pierde su centro de atracción y de avidez se reconoce, se encuentra nuevamente y se ama en todas las cosas. No creamos ciegamente en la inteligencia de los perversos que triunfan, ni en la felicidad que se cree hallar en el crimen. Habría que ver el reverso; o sea, la realidad a menudo dolorosa de tales éxitos; y porque además, esta inteligencia, bajo la forma de habilidad, de maña, de deslealtad, es la inteligencia especializada, canalizada y llevada por un estrecho circuito y como un chorro de agua comprimida, muy poderoso sobre determinado punto; más de ningún modo la inteligencia verdadera y general, grande y generosa. Desde que esta se descubre, hay necesariamente honradez, justicia, indulgencia, amor y bondad, porque hay horizonte, altitud, expansión, plenitud; porque hay conocimiento instintivo o consciente de las proporciones humanas, de la eternidad de la existencia y de la brevedad de la vida; de la situación del ser humano en el universo, de los misterios que lo envuelvan y de los lazos secretos que lo retienen a todo lo que no vemos en la tierra y en los cielos.
La falta de inteligencia es el mal real sobre la tierra; y si todos los seres humanos fuesen soberanamente inteligentes, ya no habría desgraciados. Karma no castiga; simplemente nos pone cerca de nuestras existencias y ensueños sucesivos al plan en que nuestra inteligencia nos había dejado, rodeados de nuestros actos y de nuestros pensamientos. Porque comprueba y registra, nos toma tal y como hemos sido hechos, nos da la ocasión para rehacernos, de adquirir lo que nos falta y de elevarnos tan altos como los más altos. Por supuesto que nos elevaremos forzosamente, pero la actividad o lentitud con que lo hagamos, depende absolutamente de nosotros. Una ley creciente, la evolución, que es la ley fundamental de todas las existencias que conocemos desde el infusorio hasta los astros. Alguna cosa no puede ser más que a condición de hacerse mejor o peor, de subir o de bajar; de componerse o descomponerse y que el movimiento es más esencial que el ser o la sustancia. Y esto es así porque así es. No hay nada que hacer, nada que decir, sino únicamente que comprobar.