miércoles, 2 de marzo de 2011

LA NARRATIVA DEL CONOCIMIENTO

Fundamentos


La Narrativa del Conocimiento es la eflexión epistemológica implícita, en la que más que lo descrito, interesa el hecho mismo de describir, la meditación sobre la forma de interpretar, ordenar y transmitir lo descriptible.

Tal narrativa nos obliga a enfrentarnos con la relatividad de los presupuestos de nuestra cultura ---de la pretendida lógica---. Y nos obliga a recordar que la aparente solidez de
nuestra cosmovisión también es variable.


La Narrativa del Conocimiento pone de manifiesto la prioridad que la reflexión da a la forma humana; es decir, a la relación que el hombre mantiene consigo mismo y, a partir de él, con su entorno. De esta manera, se exalta y se rinde culto al pensamiento.

Desde su singularidad, se dedica a describir una situación. Esta percepción de la realidad consiste en el conocimiento empírico y detallado de las características y rasgos particulares
de los fenómenos y del individuo, ignorando voluntariamente los juicios de valor.


Se trata de una ética personal, válida exclusivamente en una perspectiva individual, cuyo fin no es otro que llegar a ser lo que en verdad se és; pero que, sin embargo, en su naturaleza
radica la contribución a una discusión, acaso más completa.


Lo importante, siempre, es hacer pensar. El núcleo de la conciencia es un centro de convergencia y de proyección hacia donde todo confluye, convirtiéndose en materia susceptible de pensamiento; y donde todo, por el acto mismo del pensamiento se vuelve sustancia del ser humano.

Su principal aportación radica en el enaltecimiento de la reflexión y la afirmación de su validez como núcleo y vehículo del conocimiento del hombre y su entorno. De aquí se deduce que la conciencia personal, sin excluir al espacio exterior, impone su predominio; por lo que toda realidad, para ser aprehendida necesita absolutamente entrar en el
centro de la conciencia.


Para ello, se necesita sentir lo que nos rodea con un criterio de eternidad, con la seguridad de que todo el progreso se apoya en postulados de comprensión, de generosidad, de tolerancia, que son y serán siempre los mismos.

La Narrativa del Conocimiento es esencialmente humanista. Y, como Humanismo, es más gesto y conducta que, en su sentido estricto, saber. Para ello se necesita el alivio de una vena permanente y fresca de preocupaciones universales.

Se puede ser humanista con tal de que los poros del alma sean permeables a aquellos sentimientos ---comprensión, generosidad, tolerancia--- que caracterizan en todo tiempo a los hombres impulsores de la civilización.

Cuando un hombre es así, tiene la plena sabiduría, la que adivina lo que no se sabe, o, mejor dicho, la que sabe lo que no se ha aprendido.

El Humanismo necesita hombres que hayan fundido su saber en su personalidad y devuelvan ---en sus libros, en su actuación--- uno y otra, hechos una cosa única y viva; y como todo lo vivo, fecundo y a la vez humilde y frágil.

Esta posición ideológica sólo pretende situarse, ella misma, ante su justo valor para que los demás aprendan. El hombre intelectual, esto es, pensador, debe ser humanista para no perder el sentido universal que deben tener sus aspiraciones y sus hallazgos.

El Humanismo pone de manifiesto la prioridad a la forma humana; es decir, a la relación que el hombre mantiene consigo mismo. Va a centrarse en sí, haciendo de su personalidad el único fundamento de su existencia. Su esencia, su identidad, no va a buscarla en una
relación con Dios o la Naturaleza, sino en una comunión consigo mismo, en un intento constante de fusión con su yo más profundo.


El hombre es una existencia única e independiente, sujeto y objeto de su propia experiencia. Se exalta y se rinde culto a la personalidad porque su realidad propia y única es su tenencia más íntima, porque el yo es fuente de posesión de todo el universo.

Se trata de desligarse de toda disciplina doctrinal, en un mundo cada vez más secularizado; proponerse reflexionar sobre sí y dar luz a todo el ser, incluso a aquellos aspectos más
recónditos, reclamando para su personalidad una total autonomía a partir del conocimiento detallado del individuo, fuera de tutelas morales.


El hombre es más auténtico cuando se acepta, cuando conscientemente se asume, que cuando intenta cambiarse. Se debe ser consciente de su ser y, por ello, estimarlo y potenciarlo, siéndolo también, además, de la propia conciencia.

Se trata, en la labor narrativa del conocimiento, de aprehenderse, de gozar de la personalidad en el presente de cada momento; es decir, de fundir en uno el yo y la conciencia que de él se tiene. La perfección del acto de conciencia, esto es, la aprehensión absoluta de uno mismo, sólo es posible en la identidad total del sujeto que piensa y del
objeto pensado. Identidad que únicamente puede darse en una sincronía perfecta; o sea, en el presente de cada momento. Llegado a este convencimiento resulta anecdótico que la referencia sea pasada, actual o futura. La autenticidad consiste en asumir conscientemente la estructura secuencial, con valor presente absoluto, de la personalidad.


“Saber”, en verdad, es una actitud y no un hecho; saber es entender y no quererlo saber todo. El coeficiente subjetivo es lo primordial en la enseñanza o en la actitud profesional o
social.


Lo importante, entonces, es la toma de conciencia de la personalidad como movimiento continuo, como fluir y ondear constante, cuya aprehensión para ser absoluta y perfecta, debe ser emprendida y reemprendida incesantemente.

La aportación humanista consiste en el conjunto de estructuras que dan lugar a la toma de conciencia de una nueva concepción del hombre ---el hombre como individuo--- y originará la creación de textos relacionados con la escritura autobiográfica moderna.

Se trata de conocerse, por el propio placer del análisis personal, de la introspección, y, quizá, para ofrecerse a la conciencia del prójimo. El establecimiento de una moral personal a través del conocimiento absoluto de la propia individualidad.

La narración es, solamente, el pretexto de la reflexión posterior. Pero acaso, el ensayo, como género literario y periodístico, sea la herramienta fundamental de la Narrativa del
Conocimiento; aunque esto no excluye a toda manifestación o lenguaje que sirva como vehículo de manifestación del pensamiento humano.


El ensayo procede analíticamente; es decir, ignorando la coherencia objetiva en favor del rigor que impone el conocimiento y la experiencia (subjetiva) de quien escribe.

El ensayo es un método que consiste
en la prueba, en el ensayo intelectual y existencial, fiel a lo provisional y a
lo precario, destinado a experimentar sobre la esencia de la personalidad,
renunciando a establecerse en teoría (en sistemas) para instruir a los seres
humanos.


Se vuelca por entero sobre cada materia, trabaja en ella por entero y jamás trata más de una a la vez. Y la trata, no según es la propia materia, sino según él la ve. Las cosas en sí
mismas, puede que tengan su peso, su medida y su forma; mas internamente, en nosotros, el ensayo las mide según su entender.


Las disgresiones son un elemento componente esencial del ensayo, son la línea ondeante a través de la cual se expresa la subjetividad fluyente. El objeto del ensayo  --la esencia profunda de la personalidad---, encuentra reflejo o expresión apropiada en una forma bierta,
libre, flexible; en una palabra, igualmente inestable, ya que los “contenidos” de la introspección no pueden decirse ni crearse en una composición rígida y estanca, en una estructura ajena a la esencia misma de la personalidad; es decir, en una escritura que pretendiera erigirse en sistema, cualquiera que fuera su naturaleza.


El objetivo fundamental consiste en el conocimiento de la personalidad, en la aprehensión total y absoluta de su individualidad original e insustituible.

El ensayo rechaza todas las ideas y todas las doctrinas establecidas, reprueba toda experiencia ajena, no aceptando más que su prueba personal, su propio ensayo. Reclama y consigue la libertad de ser él mismo, escapando y renunciando a cualquier forma de vida propuesta como ejemplo.

En esta aprehensión, fusión totalizante de la personalidad con su propia esencia, el presente, como coordenada temporal única y absoluta, resulta fundamental. Lo que en verdad importa es la aprehensión del yo en el presente de cada instante.

El rigor del ensayo es, por lo tanto, el rigor de la subjetividad; esto es, el que impone el sometimiento abnegado a la individualidad del ser y cuya concresión se opera en la escucha
atenta del yo mismo.


El ensayo destaca la idea de la verdad del escritor liberándose de los límites del conocimiento objetivo; de este modo, se convierte en la idea de la veracidad personal, individual y subjetiva; en una palabra, en la idea de la autenticidad; es decir, aquello que
es tan sólo verdad en el momento en el que se escribe.


El presente, entonces, es un tiempo único y absoluto deseable, pues en él es cuando el individuo, centrado en sí mismo aprehende su esencia.

Escribiendo se abandona y se deja curso libre a la personalidad, que se va haciendo a medida que la escritura toma cuerpo; de donde se desprende su enorme lucidez ante el acto de escritura.

Escribir es mantener un registro fiel de sí mismo, de lo que ocurre en él en el momento presente de cada instante, pero siempre desde una óptica subjetiva. El monólogo interior no es suficiente. La escritura constituye el medio a través del cual el escritor estudia y aprehende su personalidad.

La escritura no sólo constituye el medio que permite el conocimiento del yo, sino que es ella quien lo crea, ya que es tan sólo en y por la escritura como se consiguen aprehender las
fluctuaciones y la unicidad del instante; ambos, elementos constitutivos esenciales de la escritura de la personalidad más profunda.


El acto de escritura no es, en absoluto, una actividad intelectual al margen de la actividad existencial de la personalidad de quien escribe.

1 comentario:

Isabel dijo...

Felicidades por estos 8 años de reflexiones, de fotografías de visiones de tu gran país y de todas esas pequeñas cosas con que nos deleitas a todos los que seguimos tu Narrativa.
Porque a veces hace falta quien nos haga darle vueltas a las cosas, quien nos aporte pautas para la discusión interna.
Vivimos tan deprisa en este mundo que gira sin descanso que nos parece que ni la mente es capaz de tenerlo. Escribir, leer, es un descanso para el cuerpo y el mejor ejercicio para la mente.
Ojalá gocemos de esta Narrativa otros muchos años más y sepamos cómo aprovecharla en nuestro día a día.