martes, 15 de marzo de 2011

El Idealismo Posible o la Imaginación Pragmática 

 

Hablemos del Idealismo Posible, de la Imaginación Pragmática. Se trata de rescatar, revalorar, promover y hablar de los conceptos y las leyes milenarias de la Humanidad. Hablar de sabiduría, de destino, de justicia, de felicidad y de amor. Acaso es el camino para el cumplimiento del mandato vital que la Naturaleza encomendó a nuestra especie. Curiosamente, en nuestros días, parece una ironía hablar de una dicha poco visible, en medio de infortunios muy reales; de una justicia ideal, en el seno de una injusticia demasiado material; de un amor difícilmente perceptible entre el odio o la indiferencia bien clara.

Pienso que, justamente ahora, en medio de tanta aridez, es necesario buscar con calma, entre pliegues ocultos en el fondo del corazón, algunos motivos de confianza o de serenidad, algunas ocasiones de sonreír, de alegrarse y de amar, algunas razones para agradecer y admirar; precisamente hoy que la mayor parte de la humanidad, tiranizada por el ritmo de la vida cotidiana, no puede detenerse en los goces interiores y en las consolaciones profundas, obtenidas con tanta pena y esfuerzo del alma.

Si se tuviera el valor de escuchar la voz más sencilla, cercana y apremiante de la conciencia, se encontraría que el único deber indudable sería el aliviar en torno de uno, en un círculo tan extenso como fuese posible, el mayor número de sufrimientos que se pudiera. Y aún así, tal obra caritativa no duraría mucho si nadie se tomara el tiempo necesario para callar y pensar. Mucho del bien que ahora se hace en torno nuestro, nació primero en el espíritu de uno de quienes quizá descuidaron más de un deber inmediato y urgente, para reflexionar, recapacitar y hablar.

A los ojos de una alma humildemente honrada, como hay que esforzarse en serlo, lo mejor que se tiene que hacer es cumplir siempre el deber más sencillo y próximo. Y en todas las épocas ha habido seres convencidos de cumplir los deberes de la hora presente pensando en los deberes de la hora que iba a seguir.

Para rescatar las leyes milenarias de la humanidad es necesario partir de la idea de una alma dichosa o que, al menos, tenga lo que se necesita para serlo, salvo la conciencia suficiente. Vivimos en el seno de una gran injusticia. Pero no creo que haya indiferencia ni crueldad en hablar a veces como si esta injusticia no existiera, para salir del círculo vicioso.

Es necesario que algunos se permitan pensar, hablar y obrar como si todos fueran felices; sino, ¿qué felicidad, amor y belleza encontrarían todos los demás cuando el destino les abra los jardines públicos de la tierra prometida? Es indispensable retomar y hablar de lo posible. La humanidad ha sido hasta ahora como una enferma crónica; sin embargo, las únicas palabras verdaderamente consoladoras que ha escuchado han sido dichas por quienes le hablan como si nunca hubiera estado enferma.

Es porque la humanidad está hecha para ser dichosa, como lo son el hombre y la mujer para ser sanos, por lo que conviene hablarle como si siempre estuviera en vísperas de una gran felicidad o de una gran certidumbre. En realidad, así lo está por instinto, aunque no llegue a alcanzar nunca el mañana.

Es bueno creer que un poco más de pensamiento, de valor, de amor, de curiosidad, un poco más de entusiasmo por vivir bastará algún día para abrirnos la puertas de la alegría y de la verdad. Esto no es del todo improbable. Puede esperarse que una mañana todo el mundo sea dichoso y sabio, y si ese mañana no llega, no es criminal haberla esperado.

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