Las posesiones del Amor
Hay a veces destinos tan completamente felices; pero si toda persona tiene más o menos el derecho de esperar uno semejante, haría mal en aprisionar su vida en esa esperanza. No puede más que prepararse para ser digno un día de un amor de tal género, y a medida que se prepare, su espera se hará más paciente.
¿No serías tú quien habría traído lo mejor que hubiera habido en el amor que echas de menos?. El alma no posee al fin más que lo que puede dar, ¿no es ya poseer un poco acechar incesantemente la oportunidad de dar?. No, no hay, creo yo, en esta tierra, felicidad más deseable que un admirable y largo amor; pero si no lo encuentras, lo que hiciste para ser digno de él, no se perderá para la paz de tu corazón, para la tranquilidad más valerosa y más pura de tu vida.
Siempre se puede amar. Ama admirablemente por tu cuenta y tendrás casi todos los goces de un amor admirable. Aún en el amor más perfecto, la felicidad de los dos amantes más unidos no es exactamente la misma, y, con toda certeza, el más bueno, será el que ame mejor, y el que ame mejor será el más feliz. No es tanto por la felicidad del otro sino por nuestra propia felicidad, que debemos hacernos dignos del amor.
No se imaginen que en las horas desgraciadas de un amor desigual, sea el más justo, el más sabio, el más generoso, el más noblemente apasionado quien sufra más. Casi nunca es el más bueno la víctima a la que hay que compadecer. No se es víctima del todo sino cuando se es víctima de las propias faltas, de los propios errores, de las propias injusticias. Por imperfectos que seamos, podemos bastar al amor de un ser maravilloso, pero el ser maravilloso no bastará a nuestro amor si no somos perfectos.
La vida puede traer hasta nosotros al gran amor, a una persona adornada con todos los dones de la inteligencia y del corazón, no nos daremos cuenta si no hemos aprendido a conocer y a amar esos dones en la vida real, y ¿qué es, después de todo, la vida real para cualquier persona, sino su propia vida?. Nuestra lealtad es la que florecerá en la lealtad de la amante; nuestra verdad es la que se apaciguará en su verdad y la fuerza de nuestro carácter será la que disfrute de la fuerza que se encuentra en el suyo. Pero una virtud del ser amado que no encuentre, en la entrada de nuestro corazón, una virtud que se le parezca un poco, no sabe a qué manos confiar la alegría de que es portadora.
Hay a veces destinos tan completamente felices; pero si toda persona tiene más o menos el derecho de esperar uno semejante, haría mal en aprisionar su vida en esa esperanza. No puede más que prepararse para ser digno un día de un amor de tal género, y a medida que se prepare, su espera se hará más paciente.
¿No serías tú quien habría traído lo mejor que hubiera habido en el amor que echas de menos?. El alma no posee al fin más que lo que puede dar, ¿no es ya poseer un poco acechar incesantemente la oportunidad de dar?. No, no hay, creo yo, en esta tierra, felicidad más deseable que un admirable y largo amor; pero si no lo encuentras, lo que hiciste para ser digno de él, no se perderá para la paz de tu corazón, para la tranquilidad más valerosa y más pura de tu vida.
Siempre se puede amar. Ama admirablemente por tu cuenta y tendrás casi todos los goces de un amor admirable. Aún en el amor más perfecto, la felicidad de los dos amantes más unidos no es exactamente la misma, y, con toda certeza, el más bueno, será el que ame mejor, y el que ame mejor será el más feliz. No es tanto por la felicidad del otro sino por nuestra propia felicidad, que debemos hacernos dignos del amor.
No se imaginen que en las horas desgraciadas de un amor desigual, sea el más justo, el más sabio, el más generoso, el más noblemente apasionado quien sufra más. Casi nunca es el más bueno la víctima a la que hay que compadecer. No se es víctima del todo sino cuando se es víctima de las propias faltas, de los propios errores, de las propias injusticias. Por imperfectos que seamos, podemos bastar al amor de un ser maravilloso, pero el ser maravilloso no bastará a nuestro amor si no somos perfectos.
La vida puede traer hasta nosotros al gran amor, a una persona adornada con todos los dones de la inteligencia y del corazón, no nos daremos cuenta si no hemos aprendido a conocer y a amar esos dones en la vida real, y ¿qué es, después de todo, la vida real para cualquier persona, sino su propia vida?. Nuestra lealtad es la que florecerá en la lealtad de la amante; nuestra verdad es la que se apaciguará en su verdad y la fuerza de nuestro carácter será la que disfrute de la fuerza que se encuentra en el suyo. Pero una virtud del ser amado que no encuentre, en la entrada de nuestro corazón, una virtud que se le parezca un poco, no sabe a qué manos confiar la alegría de que es portadora.
1 comentario:
El amor... ese gran desconocido. Todos hemos amado una y más veces y aún seguimos sin dar explicaciones a cada nueva experiencia relacionada con él que entra o sale de nuestra vida.
No hay buenos ni malos en el amor... si los dos aman, siempre será cada uno a su manera, siempre darán de forma distinta, pero eso no da rangos entre los amantes.
En los momentos más hermosos de una relación, así como en los más tristes, ambos sienten y transmiten, cada uno en su medida. Eso es válido porque quien ama sabe lo que siente y sabe que lo está dando todo, también en su medida.
No podemos ser perfectos, está en nuestra naturaleza la misma imperfección, pero no por eso podemos negarnos el amor de quien sí nos parece que lo es. Ser amados nos puede hacer tan perfectos y maravillosos como nos sentimos al amar.
Creo que todo es mucho más sencillo, que un amor largo y estable se puede obtener simplemente cuando uno da lo que tiene y recibe con agrado lo que el otro le pueda ofrecer. Cuando no se para a pensar en perfecciones ni en a qué altura se halla en esa relación... el amor es emoción, es sentimiento; cuando se va de tu lado sólo puedes lamentarte y seguir adelante, sin culpables, sin rencores. Sólo mirar adelante con esa paz que, como tú bien dices, queda después de haberlo intentado todo.
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