La Responsabilidad y la Culpa
Toda la gente tiene su secreta desventura. Todos poseemos demonios en nuestra forma de ser y algunas veces debemos esforzarnos para obtener lo mejor de ellos; por eso creo que lo más importante es recordar que nadie escapa al hecho de equivocarse de vez en cuando y que lo esencial es aprender de los errores y buscar siempre la alternativa más positiva.
Si cometí un error, mi vida no se destruye; solamente pago consecuencias y sigo adelante. Pese a todo, hay que reponerse y reeducar a los sentidos liberando al instinto y aprendiendo a escuchar aún a sus sugerencias más sutiles. Esta transformación no deja de ser dolorosa, cruel y destructiva de nuestra piedad y ternura para con nosotros mismos, aunque a la larga fortalece al ánimo y a la voluntad.
El temperamento más firmemente forjado surge de las experiencias más bruscas. Y si sacas tu propia fuerza, sin necesariamente perder contacto con tus semejantes, te fortaleces y sacas provecho de cada dificultad; creces un poco más. Porque sólo está perdido quien se da a sí mismo por perdido. Quien se abandona se abate más fácilmente; mientras que quien se esfuerza en mantener la propia personalidad puede soportar mejor las incomodidades y los dolores. Uno gana experiencia con cada nueva vivencia.
La resurrección eficaz y duradera es la renovación. Por eso perduran los que aprovechan el exilio en su propio interior para incubar una ideología nueva, en la que el pasado ha sido digerido y rehecho en formas distintas y generosas. Y es que la vida comienza todos los días y tiene muchas maneras de interpretarse; una de ellas es la responsabilidad, que es la capacidad de dar respuesta a todas las situaciones.
Siempre es mejor una actitud de comprensión y entendimiento, en lugar del juicio. Se trata de vivir en el presente, no en el pasado. Ver la realidad y no el juicio. Ésta es la diferencia entre la responsabilidad y la culpa. De este modo, se está siempre en paz, porque se es responsable, se es consciente de los hechos y las situaciones. La persona culpable no se siente responsable. La persona responsable no se siente culpable.
Toda la gente tiene su secreta desventura. Todos poseemos demonios en nuestra forma de ser y algunas veces debemos esforzarnos para obtener lo mejor de ellos; por eso creo que lo más importante es recordar que nadie escapa al hecho de equivocarse de vez en cuando y que lo esencial es aprender de los errores y buscar siempre la alternativa más positiva.
Si cometí un error, mi vida no se destruye; solamente pago consecuencias y sigo adelante. Pese a todo, hay que reponerse y reeducar a los sentidos liberando al instinto y aprendiendo a escuchar aún a sus sugerencias más sutiles. Esta transformación no deja de ser dolorosa, cruel y destructiva de nuestra piedad y ternura para con nosotros mismos, aunque a la larga fortalece al ánimo y a la voluntad.
El temperamento más firmemente forjado surge de las experiencias más bruscas. Y si sacas tu propia fuerza, sin necesariamente perder contacto con tus semejantes, te fortaleces y sacas provecho de cada dificultad; creces un poco más. Porque sólo está perdido quien se da a sí mismo por perdido. Quien se abandona se abate más fácilmente; mientras que quien se esfuerza en mantener la propia personalidad puede soportar mejor las incomodidades y los dolores. Uno gana experiencia con cada nueva vivencia.
La resurrección eficaz y duradera es la renovación. Por eso perduran los que aprovechan el exilio en su propio interior para incubar una ideología nueva, en la que el pasado ha sido digerido y rehecho en formas distintas y generosas. Y es que la vida comienza todos los días y tiene muchas maneras de interpretarse; una de ellas es la responsabilidad, que es la capacidad de dar respuesta a todas las situaciones.
Siempre es mejor una actitud de comprensión y entendimiento, en lugar del juicio. Se trata de vivir en el presente, no en el pasado. Ver la realidad y no el juicio. Ésta es la diferencia entre la responsabilidad y la culpa. De este modo, se está siempre en paz, porque se es responsable, se es consciente de los hechos y las situaciones. La persona culpable no se siente responsable. La persona responsable no se siente culpable.